viernes, 27 de diciembre de 2013

¿Existen el hembrismo y el racismo negro?

Cada día son más quienes afirman que en la sociedad actual, los grupos históricamente oprimidos se encuentran en igualdad de condiciones, o incluso en superioridad, con respecto aquellos grupos que históricamente han sido opresores.

Es por ello que se observa cómo crece un movimiento neo-nazi que afirma que la población extranjera es la responsable de las desgracias de las personas blancas o pertenecientes a la nación de residencia, quitándoles el empleo y la posibilidad de prosperar económicamente. Asimismo, surge un backlash patriarcal que da a luz a un rabioso sector machista y neo-machista al cual le encanta afirmar, o bien que la opresión masculina se encuentra al mismo nivel que la femenina y que los movimientos feministas no tienen ningún fundamento en tanto que se olvidan de unos pobres varones también dominados, o bien que las mujeres controlan a los varones, si no con sus tetas y su vagina, al menos sí a través de un supuesto hembrismo promovido por el feminismo. A las instituciones religiosas les chifla argumentar que los y las izquierdistas han creado una sociedad pro-homosexualidad, que va en contra de la heterosexualidad y que enferma a la humanidad a través de un potente y contagioso virus cultural que carcome las mentes de los niños y las niñas hasta convertirles automáticamente, al alcanzar la adolescencia, en homosexuales, con el fin de "corromper las almas que se llevará el Maligno, la Sagrada Familia, la esencia y naturaleza humana y el orden social impuesto por el todopoderoso". Y también hay, incluso, quienes afirman que hace años luz que la lucha de clases dejó de existir y que la clase proletaria oprime a las clase empresarial exigiéndole excesivos derechos.

Desde luego, lo que dice esta gente no tiene sentido alguno y su propósito no es otro más que el de tener excusa más que suficiente como para poder evitarse un sentimiento de culpa por haber nacido en mejores condiciones que otras personas y preferir mantener alegremente los privilegios. Aunque la razón que les encamina a ello perfectamente podría ser también el miedo que les causa saber que la sociedad tiende a una equidad y que están perdiendo dominio, por lo que darle una vuelta de tortilla a la teoría es la solución perfecta para poder seguir venciendo la contienda.

Bien. El caso es que he encontrado un texto muy bueno escrito por la anarcofeminista Milicia Cebolla, en el blog anarquista Regeneración. Os dejo con ella:

MITO DEL RACISMO NEGRO Y EL HEMBRISMO:

Desde hace un tiempo, vengo constatando un desarrollo paralelo entre el discurso de la existencia del hembrismo, en base a que hay mujeres idiotas, y se ejemplifica con una supuesta actitud racista de un negro hacia un blanco. Ambos mitos se relacionan mutuamente, repitiéndose una y otra vez como una especie de mantra.

Yo quiero exponer por qué creo que el racismo negro o el hembrismo, actualmente, no pueden darse. El racismo es un fenómeno social, en el cual toda (o al menos gran parte) institución está conformada de manera que los individuos de otras “razas” [1] están sometidas a los blancos. Así es como ha surgido y es como se mantiene actualmente. Podrían haberse dado otros desarrollos históricos en universos paralelos. Pero actualmente, aún permanecen los privilegios de personas blancas, frente a personas de otras pigmentaciones. Para simplificar, hablaré de negritud, porque es el mito más extendido.

El negro racista… o cómo bombardear con autocomplacencia a los blancos.

Es conocido el mito, se pone siempre de ejemplo: “si un negro desprecia a un blanco por serlo, está siendo igual de racista”. Pues aunque su actitud no sea de aplaudir, ya que está prejuzgando a una persona por motivos de color de piel, resulta que no es posible para un negro en la sociedad actual ser racista. Porque el racismo no es una respuesta individual, sino una estructura social en la cual todo tiene un orden rígido que se reduce a blancos arriba, negros abajo. Si unos cuantos individuos negros, de forma individual, tienen actitudes de prejuicio racial, podemos resaltar lo feo del gesto. Pero no “es lo mismo pero al revés”. Entre otras cosas porque no disponen del control de todas esas instituciones y estamentos sociales que permitan una vuelta a la tortilla. En EEUU, por ejemplo, sigue habiendo una relación estrecha entre negritud y pobreza, y población reclusa [2]. Esto no es casual, y desde luego, nada tiene que ver con las capacidades de las personas negras. Claramente es el resultado de una estructura social. Así que no, cuando un negro es borde con un blanco…no está siendo racista. Estará siendo antipático, prejuicioso, pero no racista. El día en que hubiera matanzas de blancos por parte de negros, persecución, historia de esclavismo, “blanquización de la pobreza”, etc etc. El día en que los negros controlaran todo y los blancos estuvieran abajo, ahí habría racismo negro. Mientras tanto, habrá individuos de una identidad oprimida que reaccionan con una actitud agresiva ante individuos de identidad opresora, aunque estos últimos no pretendan mantener ese estatus. Y esta actitud, insisto, puede ser reprochable: usted no me conoce, ¿cómo sabe que yo, aun siendo blanco, no estoy interesado en destruir este orden absurdo de cosas, porque creo en la igualdad de la humanidad?. Ahí tenemos al Ferrocarril Clandestino como ejemplo de que personas blancas pueden estar interesadas también en derribar esos muros [3]. No se está alabando esa actitud, simplemente le estamos dando el peso que merece, y que no es uno que equilibre ninguna balanza entre las relaciones que existen entre blancura y negritud. Precisamente es un conocido mito porque nos permite invisibilizar y normalizar el racismo, poniendo las cosas en una balanza de “a mi una vez un negro me hizo mal”. Se reproduce porque nos hace sentir “confortables”, precisamente por esa autocomplacencia que permite. Así como muchos otros mitos que se extienden socialmente y permiten mantener ese desequillibrio motivado por “raza” [4].

Así que simplemente se hace necesario explicar que una actitud puede ser negativa, equivocada éticamente, lo que sea. Pero no se puede usar todo término. Acabamos simplificándolo todo a fascista, racista y sexista, en una especie de caca-culo-pedo-pis que nos idiotiza mentalmente. Existen más palabras, usémoslas, eso desarrollará nuestra capacidad cognitiva. El lenguaje es una gran forma de entrenar al cerebro.

Del mito del negro racista al bulo del ataque cotidiano hacia los hombres: la falacia del hembrismo.

De igual forma, con mayor frecuencia se exponen casos de mujeres que maltratan psicológicamente, amén de todas las maldades posibles que le puedan hacer a los hombres, pasando por romperles el corazón, que es la más habitual, para intentar demostrar una especie de equidistancia. No hay equidad, por lo tanto, hablar de equidistancias es directamente absurdo. Una mujer puede ser imbécil, puede ser una cabrona despreciable que trate a un hombre de mala manera. Pero no es hembrista, porque no existe, por más que vengan hablando de lobbys, ese cambio de tortilla. En el contexto actual, siguen estando invisibilizados los trabajos de cuidados [5], la doble jornada laboral de la mujer [6], e incluso la supeditación a su marido en el caso de propiedad de tierras, explotaciones agrarias y demás [7], además de sufrir una invisibilización respecto a nuestra salud [8], entre otras muchas como menores sueldos [9], muertas por violencia de género [10], y un largo etcétera.

Existen mujeres idiotas, nadie lo duda. Como humanas, tenemos un amplio abanico de virtudes y defectos. Pero su actitud es individual, mientras que el patriarcado es una estructura social, lo que implica un desigual reparto del poder con sesgo de género, que provoca que las mujeres no participen del espacio público, que exista una división sexual del trabajo, infravalorando la correspondiente a la mujer, feminización de la pobreza, menor autonomía personal y en las relaciones sociales. Una forma de definirlo es: forma de organización política, económica, religiosa y social basada en la idea de autoridad y liderazgo del varón, en la que se da el predominio de los hombres sobre las mujeres, el marido sobre la esposa, del padre sobre la madre y los hijos e hijas, y de la línea de descendencia paterna sobre la materna Asímismo, se universaliza el “yo” masculino, planteándolo como vara de medir y referencia, siendo uno de los fundamentos de la dominación patriarcal [11].

Por eso, por mucho que sean idiotas, no pueden ser hembristas, simplemente porque no se tiene esa capacidad. Y aunque Obama es negro, y Merkel mujer, el orden social permanece rígidamente asentado. Obviamente, se ha avanzado. Se han mellado los pilares que sostienen ese orden. Pero la única dirección posible es continuar haciéndolo. No apuntalarlos para mantener las cosas tal cual están, sino derrumbar lo que queda de ello, que aún es mucho. y para ello, es fundamental no caer en la autocomplacencia de “para mí también es duro”, “yo no tengo la vida solucionada por ser blanca”, etcétera etcétera. No, obviamente entran otros factores, entre ellos la fundamental: la clase social. Pero por ser blanco, no la tienes tan complicada como la de un negro, y por ser hombre, no te ponen las mismas zancadillas que si fueras mujer. Así que, con una analogía atlética: si al resto de personas se les ponen obstáculos, entenderemos que el primero en llegar a meta con la pista lisa está siendo privilegiado frente a los demás. Siguiendo la analogía, es posible que nuestra pretensión de hecho no sea llegar a meta, ni ganar nada en atletismo. Pero ya que se nos obliga a correr, hay que remarcar esos obstáculos que existen y denunciarlos, no detenernos en que para el corredor que gana “también es duro tener que entrenar todos los días”.

Nadie está diciendo que la vida de un hombre blanco es de rosas por el mero hecho de ser varón y blanco. Ni que deba darse la vuelta a ninguna tortilla. Ni que todos los hombres blancos sean una panda de malnacidos esclavistas y machistas. Pero resulta paradójico que en una realidad en la que las mujeres mueren y cumplen dobles y triples jornadas, las personas negras se vinculan con la pobreza y la cárcel, siempre salga alguien corriendo a defender la socialmente cómoda idea de que “l@s oprimid@s tb oprimen”. Y no…pueden cagarse en tu madre y eso puede molestar, pero no te oprimen, sobretodo porque no pueden, al menos en base a esa identidad que se concibe como socialmente inferior.

Por favor, déjate de autocomplacencias, de buscar obsesivamente ejemplos de “mujeres que tratan mal a los hombres”, de “grupos feministas que pretenden el exterminio masculino”, de confundir los artículos de revistas Cosmopolitan con los postulados feministas, y de “negros que también han hecho cosas malas”, “de que los gitanos son racistas con los payos” y demás sandeces varias. Deja de confundir términos, porque no hay equidistancias ni equivalencias en un contexto de desigualdad. Y deja de utilizar esos argumentos para pretender suavizar la diferencia que se da entre las clases oprimidas y las opresoras. O al menos, no te creas tan de izquierdas si no estás dispuest@ a moverte de tu área de comodidad que permite perpetuar las cosas tal y como están.


Notas:

[1] si bien el término no sea adecuado, ya que no existen realmente las razas desde ningún punto de vista médico, biológico, genético, etcétera. Las Razas humanas no existen:

http://www.andercismo.com/2008/03/las-razas-humanas-no-existen.html

[2] Datos del Census Bureau de EE.UU.
http://www.census.gov/newsroom/releases/archives/income_wealth/cb12-172.html
Resumidamente, la población negra representan más del 27% de la población en situación de pobreza. Muy equiparado con población hispana, con más de un 26%. Los blancos de origen no hispano, representan menos del 10%. Esto demuestra ua clara vinculación entre identidad racial y etnia con la pobreza y la exclusión social.

[3] The Underground Railroad

http://en.wikipedia.org/wiki/Underground_Railroad

[4] Para desmontar este tipo de mitos, un gran pensador de nuestro tiempo decidió realizar este ejercicio de compilación de argumentos contra las intoxicaciones y comeduras de tarro racistas de turno:

http://www.alasbarricadas.org/forums/viewtopic.php?f=15&t=33465

[5] Estos son llevados a cabo por mujeres en el 99% de los casos, y que si se tuvieran en cuenta supondrían 1/3 del PIB. Pérez Orozco, A. y López Gil, S. (2011) Desigualdades a flor de piel: Cadenas globales de cuidados. ONU Mujeres. Disponible en

http://bookcamping.cc/referencia/1220-desigualdades-a-flor

[6] Propuesta por la Titularidad Compartida, desde el MAGRAMA

http://www.magrama.gob.es/es/desarrollo-rural/temas/igualdad_genero_y_des_sostenible/titularidad_compartida

[7] Según un estudio que está a punto de publicarse sobre las vivencias de las mujeres campesinas vascas, existe una clara discriminación en el sector agrario, predominando la falta de reconocimiento como trabajadoras agrícolas. Esto puede constatarse concretamente en que carecen de titularidad de las actividades agrícolas cuando los 2 miembros de la pareja lo comparten, además de a la hora de pedir ayudas para emprender la actividad agrícola y al pretender darse de alta en la Seguridad Social Agraria.

[8] Más información al respecto en la Revista on-line Mujer y Salud, disponible en

http://mys.matriz.net

También existe información al respecto, en inglés, en el colectivo ecofeminista Women’s Voice for the Earth

http://www.womensvoices.org/about/why-a-womens-organization

[9] Encuesta de estructura salarial. INE. Informes anuales disponibles en

http://www.ine.es/jaxi/menu.do?type=pcaxis&path=/t22/p133&file=inebase

[10] Información disponible en las Estadísticas del Ministerio de Igualdad (o el Ministerio en el que sea diluído):

http://www.msssi.gob.es/ssi/violenciaGenero/portalEstadistico/boletinmensual/home.htm

y http://www.msssi.gob.es/ssi/violenciaGenero/portalEstadistico/home.htm

También en la Red estatal de organizaciones feministas contra la violencia de género.

http://www.redfeminista.org

[11] Dolores Reguant (2007) Explicación abreviada del Patriarcado.

http://www.proyectopatriarcado.com/docs/Sintesis-Patriarcado-es.pdf

lunes, 16 de diciembre de 2013

La discriminación positiva en la infancia.

Se entiende por discriminación positiva a una acción o discriminación encaminada a compensar las desigualdades padecidas por un determinado grupo social, bien por ser minoritario, ya sea por estar desfavorecido, o bien por encontrarse oprimido.

Ésta es, en mi opinión, una medida fundamental para alcanzar la equidad social. Una medida fundamental que no en pocas ocasiones es criticada.

Y es que hay gente que no comprende por qué es importante otorgar becas a las personas sin recursos económicos mientras que no da este tipo de ayudas a quienes tienen dinero más que suficiente para pagarse los estudios, por qué son necesarias las acciones políticas de visibilización y empoderamiento de las mujeres, o por qué se tolera un día del orgullo homosexual mientras no dispone de una festividad para personas heterosexuales.

Quizá un poco de lógica les venga bien.

Imagina que tienes una balanza, en la cual a un lado hay un objeto de 2 kilos y al otro, uno que pesa 6 kilos. Así:


Ahora imagina que tienes fuera de la balanza 10 kilos. ¿Cómo repartirías ese peso en los dos lados de la balanza para que quede equilibrada? ¡Exacto! En el lado en el que solo tienes 2 kilos tienes que echar 7 kg, mientras que en el lado en donde tenías 6 kg, tan solo tienes que poner 3 kilogramos. De este modo, la balanza quedaría equilibrada con un total de 9 kilos a cada lado.

Pero... ¿¡qué demonios ha ocurrido!? A una parte le hemos dado más que a otra... ¡y las cosas quedan igual para ambas! ¡Vaya!, ¿con la desigualdad creamos equidad? ¡Claro! ¡¡Porque ya había una situación desigual de antemano!! No podemos repartir el mismo peso a cada lado porque ya había una situación desigual. Se hace necesario, pues, realizar una acción de discriminación positiva, dándole más a quien menos tiene o más necesita, para que la balanza quede equilibrada.

Así es como se explica que ciertas acciones sociales de discriminación positiva busquen la equidad. Y es que no es lo mismo desempeñar acciones de igualdad que buscar la equidad. Si hacemos lo primero, tenemos que pasar por alto las desigualdades ya existentes y dar el mismo peso a cada lado. Sin embargo, si en lugar de centrarnos en perseguir acciones iguales, planificamos más allá y determinamos acciones de discriminación positiva, entonces buscamos alcanzar la equidad.

Y esto es algo que los niños y las niñas saben muy bien. Con el juego lo demuestran. 

Por ejemplo, cuando juegan al fútbol, los jugadores y las jugadoras se reparten, en la medida de lo posible, a partes iguales: tras echar a suertes entre dos quién elige primero, se van turnando en la selección del equipo, dejándolo más o menos equilibrado. Si ven que existe una elevada desigualdad, ceden el saque al peor equipo, intercambian a algún jugador o alguna jugadora, o incluso dan un gol de ventaja al equipo más desfavorable.

En el pilla-pilla, si hay niños y niñas de mayor edad y algún niño o alguna niña de edad muy corta, a veces los niños y las niñas grandes se dejan pillas por las criaturas más pequeñas o desaceleran su velocidad para no hacer el juego aburrido para quienes menos posibilidades tienen.

En el escondite, si juegan niños y niñas pequeños/as con niños y niñas grandes, dejan que los pequeños y las pequeñas cuenten menos tiempo si ligan (sobre todo si no saben contar hasta más de un determinado número).

Existen juegos en los que a quienes lo tienen más difícil les dan dos vidas u oportunidades, o se pasan un poco por alto sus errores. Por ejemplo, en el escondite inglés, los niños y las niñas grandes les dicen a los niños y las niñas pequeños/as "eh, te he visto moverte; bueno, te dejo una oportunidad más".

Recuerdo que una vez, de pequeño durante unas vacaciones de verano, jugué con unos niños y unas niñas a Adivina quién soy, un juego en el que todos y todas teníamos una tarjeta sujeta a la cabeza y en la cual había dibujado un animal que no conocíamos. Mediante preguntas, de tipo "¿soy un animal terrestre?", "¿soy un animal doméstico?", "¿tengo alas?", teníamos que adivinar qué animal éramos. Recuerdo que con nosotros y nosotras había un niño extranjero al que le costaba jugar un poco porque no dominaba muy bien el castellano, así que a él le dábamos pistas.

Cuando hay alguien que juega por primera vez y no conoce muy bien las reglas, siempre se le suele dejar repetir o rectificar, dándole más oportunidades que al resto.

Es decir, que los niños y las niñas conocen muy bien en la práctica lo que es la discriminación positiva y la llevan a cabo de forma auto-gestionada, sin necesidad de que padres, madres, tíos, tías, abuelos, abuelas, vecinos, vecinas o el Estado, intervengan en ello.

No entiendo cómo es posible que cuando crecemos, se nos olvide la  importancia de este tipo de discriminación.

Tal vez tenga razón Kuxille, en su respuesta, cuando me dice que el problema está en que las personas jóvenes y adultas preferimos creer que todo cuanto tenemos se debe única y exclusivamente a nuestro propio esfuerzo y mérito; es decir, que si tenemos más que otras personas, es tan solo y siempre porque nos lo merecemos, y no en parte gracias a que tenemos ventaja. Eso sería tener que aceptar, como ella dice, que no somos tan inteligentes o hábiles como nos creemos.

Eso significaría aceptar que no es lo mismo nacer en Francia que en Etiopía; que no es lo mismo nacer en una familia acomodada que en otra de bajos recursos económicos; que no es lo mismo tener un padre y una madre que te apoyan que un padre y una madre que te hacen a un lado; que no es lo mismo poder ir a la Universidad con el propio dinero que depender de una beca; que no es lo mismo poder estar leyendo esta entrada en tu casa, en una biblioteca pública o en un locutorio que no poder hacerlo.

Tendríamos que volver la vista un poco atrás y acordarnos de cuando éramos niños y niñas y el sistema capitalista y competitivo no nos había influido de sobremanera. Tendríamos que echar un vistazo a esos años en los cuales la discriminación positiva formaba parte de nuestras vidas y lo veíamos lo más normal y justo del mundo.

O por lo menos, si no recordamos aquellos tiempos, fijarnos en los niños y las niñas de ahora, cuando ayudan y dan oportunidades a quienes viven la vida con desventaja.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Educar para el futuro; educar para la humanidad.

Immanuel Kant
"El arte de la educación o pedagogía, necesita ser razonado, si ha de desarrollar la naturaleza humana para que pueda alcanzar su destino. Los padres ya educados son ejemplos, conforme a los cuales se educan sus hijos, tomándolos por modelo. Si estos han de llegar a ser mejores, preciso es que la Pedagogía sea una disciplina; si no, nada hay que esperar de ellos, y los mal educados, educarán mal a los demás. En el arte de la educación se ha de cambiar lo mecánico en ciencia: de otro modo, jamás sería un esfuerzo coherente, y una generación derribaría lo que otra hubiera construido.

Un principio de arte de la educación, que en particular debería tener presente los hombres que hacen sus planes es que no se debe educar los niños conforme al presente, sino conforme a un estado mejor, posible en lo futuro, de la especie humana; es decir, conforme a la idea de humanidad y de su completo destino. Este principio es de la mayor importancia.

Los padres, en general, no educan a sus hijos más que en vista del mundo presente, aunque esté muy corrompido. Deberían, por el contrario, educarles para que más tarde pudiera producirse un estado mejor. Pero aquí se encuentran dos obstáculos:

a) Los padres sólo se preocupan, ordinariamente, de que sus hijos prosperen en el mundo, y b) los príncipes no consideran a sus súbditos más que como instrumentos de sus deseos.

Los padres, cuidan de la casa; los príncipes, del Estado. Ni unos ni otros se ponen como fin un mejor mundo, ni la perfección a que está destinada la humanidad y para lo cual tiene disposiciones. Las bases de un plan de educación han de hacerse cosmopólitamente. ¿Es que el bien universal es una idea que puede ser nociva a nuestro bien particular? De ningún modo; pues aunque parece que ha de hacerse algún sacrificio por ella, se favorece, sin embargo, el bien de su estado actual. Y entonces, ¡qué nobles consecuencias la acompañan! Una buena educación es precisamente el origen de todo el bien en el mundo".


Fuente:

Kant, I. (2003). Pedagogía. Madrid: Akal.

domingo, 1 de diciembre de 2013

¿Está más experimentada la gente adulta que la joven? ¿Vale más su experiencia?

Desde la escuela tradicional, basada en una pedagogía conductista, opresora y adultocentrista, siempre se ha dicho que la importancia de la educación recae exclusivamente sobre el profesorado, o que siempre el o la docente ha de hablar mientras que los y las discentes deben callar, porque solo el profesorado sabe y el alumnado nada tiene que aportar. 

En el hogar, también se ha promovido una pedaogía paternalista, pedante y coercitiva. El ejemplo de Amy Chua en su libro El libro de batalla de la madre tigre, desde luego, no es al único. Se ha dicho que una bofetada a tiempo nunca viene mal (lo cual se acepta contra infantes, pero no contra personas adultas, como muestra el pediatra Carlos González), que los y las bebés no lloran más que para controlar a quienes les cuidan, que los niños y las niñas deben cerrar el pico y no replicar, etc.

Y es que una de las creencias más arraigadas entre la gente es que las personas no adultas son todas unas inexpertas que no saben ni lo que dicen ni lo que piensan, y, por tanto, es mejor no escuchar sus opiniones, sentimientos y quejas.

Más allá de si un niño o una niña de 8 años tiene algún tipo de experiencia, lo que está claro para mí es que nada justifica la falta de respeto hacia las criaturas; porque, tal y como dijo Jean-Jacques Rousseau:

"La infancia tiene sus propias maneras de ver, pensar y sentir; nada hay más insensato que pretender sustituirlas por las nuestras" (1).

Es verdad que la diferente forma de razonar de un niño o una niña de 5 años la puede llevar fácilmente al error en muchas ocasiones. Ya mostró el psicólogo suizo Jean Piaget que la gente a medida que crece pasa por una serie de etapas diferentes en las cuales se adquiere un esquema cognitivo diferente (aunque también, como explicó el psicólogo ruso Lev Vygotski, el aprendizaje facilita la maduración y la adquisición de habilidades). Pero eso no significa que deba restringírsele el derecho a pensar y opinar, y mucho menos que no haya adquirido ciertas experiencias que le lleve a ciertos razonamientos. Y además, al fin y al cabo, las personas adultas también se equivocan en sus planteamientos...

Ahora bien, ¿es cierto que los niños y las niñas, los y las adolescentes, los y las jóvenes, no tienen nada de experiencia, o que si la tienen vale menos?

El pedagogo Paulo Freire, consciente de que todo el mundo tiene algo de experiencia, que ésta es variada en cada ser humano y que toda experiencia diferente e importante para ser compartida, animaba y aconsejaba a los y las docentes a escuchar a los y las aprendices, haciendo mención a su experiencia:

"Por eso mismo pensar acertadamente impone al profesor o, en términos más amplios, a la escuela, el deber de respetar no sólo los saberes con que llegan los educandos, sobre todo los de las clases populares -saberes socialmente construidos en la práctica comunitaria-, sino también, como lo vengo sugiriendo hace más de treinta años, discutir con los alumnos la razón de ser de esos saberes en relación con la enseñanza de los contenidos. ¿Por qué no aprovechar la experiencia que tienen los alumnos de vivir en áreas de la ciudad descuidadas por el poder público para discutir, por ejemplo, la contaminación de los arroyos y de los riachos y los bajos niveles de bienestar de la población, los basureros abiertos y los riesgos que ofrecen a la salud de la gente? ¿Por qué no hay basureros abiertos en el corazón de los barrios ricos o incluso simplemente clasemedieros de los centros urbanos?" (1).

Y es que, por mucho que se hable de la "inexperiencia" infanto-juvenil, no podemos hablar tajantemente de ello. La adultez no asegura la experiencia en un aspecto en concreto, sino que tan solo proporciona una mayor probabilidad de haberla adquirido, de igual forma que un niño o una niña no nacerá con la piel blanca por el mero hecho de nacer en Noruega, ya que no es la nacionalidad la que determina el color de piel, sino los genes del padre y la madre. Y mucho menos podría decirse que la experiencia acumulada por una persona adulta sea más útil que la acumulada por otra más joven. Porque, en mi opinión, hay muchos y diversos factores, a parte de la edad, que aumentan la probabilidad de haber adquirido más experiencia, que interfieren en la adquisición y la calidad de la misma, entre los cuales se pueden mencionar:

- El interés: Supongamos que un grupo de chicos y chicas van de excursión al campo. Quien preste atención y tenga interés en lo que su docente les va a explicar; aprenderá de sus palabras; se fijará en todo cuanto hay a su alrededor; se moverá de un lado a otro, explorando; tomará apuntes; quizá tras la excursión vaya a la biblioteca a ampliar información; puede que vuelva otro día al campo y allí le ocurra algo que le dará una lección; etc, y adquirirá ciertos conocimientos y ciertas experiencias. Sin embargo, quienes no tengan interés por lo que puedan aprender, quienes no presten atención a nada ni muestren un espíritu aventurero, no adquirirán tanta experiencia. De este modo, dos personas de la misma edad, cuando cumplan un año más, no habrán aprendido lo mismo.

- La edad a la que se ha empezado a adquirir una determinada experiencia: Supongo que nadie pone en duda que no es lo mismo comenzar a aprender un idioma en el nacimiento,  que a los 25. Dos personas de 30 años, entre las cuales una tiene un idioma por lengua materna y la otra empezó a estudiar a los 25, no tendrán la misma experiencia en el uso del mismo. Es más: es probable que un o una adolescente de 15 años hable mejor la lengua que esa persona de 30 que empezó a estudiarla a los 25.

 - La posibilidad de adquirir experiencia: Imaginemos a dos personas: una con recursos económicos suficientes como para poder viajar y leer, y otra sin tales recursos. ¿No será más fácil para la primera el adquirir diversas experiencias que para la segunda? Asimismo, imaginemos a dos personas de la misma edad, entre las cuales una encuentra trabajo antes y otra después. ¿No ocurrirá que aunque en el futuro tengan los mismos años, no tendrán la misma experiencia?

- Las vivencias: Éste es uno de los factores que más influyen en la experiencia adquirida. No todo el mundo vive la misma vida; no todo el mundo pertenece a la misma clase social; no todo el mundo tiene los mismos familiares; no todo el mundo conoce al mismo grupo de amigos y amigas; no a todo el mundo le suceden las mismas cosas. Así pues, no es lo mismo una persona que es maltratada que quien solo estudia un máster (tal vez ni con 5 años de experiencia quien estudió el máster llegue a comprender lo que es eso de igual forma que quien padeció el maltrato). Como no todo el mundo pertenece a la misma clase social, no todo el mundo adquirirá el mismo punto de vista a partir, incluso, de una misma experiencia. Como no todo el mundo tiene el mismo grupo de amigos y amigas, unas personas conocerán qué es perder a alguien en un accidente de tráfico y otras no. Como no todo el mundo tiene los mismos familiares, habrá quienes crezcan teniendo que esforzarse y aprendiendo lo que es la vida, mientras que habrá quienes no abran los ojos ante ciertas cosas hasta que no se den un tortazo.

- El tener o no tener a alguien que te enseñe: No es lo mismo conocer a alguien que te abra los ojos ante el sexismo, que no conocer a tal persona. No es lo mismo que un padre y una madre te enseñen un oficio, que el no tener a nadie que te lo enseñe. No es lo mismo encontrarte con un o una docente que te habla sobre los mitos del amor romántico, que tener que basar tu vida en lo que has leído en tal o cual novela. 

Es por ello que en su momento hice una entrada en agradecimiento a las personas adultas que fomentan el feminismo.

- La variedad de la experiencia adquirida: Imaginemos a dos chicos que estudian Pedagogía. Uno entra en un Instituto de uno de los barrios más ricos de Madrid capital y el otro entra en un Instituto de uno de los barrios más pobres de la zona sur de la Comunidad de Madrid. El primero, en 10 años trabajando como orientador, quizá solo trate con algunos y algunas discentes que presentan mal comportamiento, con quienes tienen dificultades a la hora de estudiar, etc. Sin embargo, quien entró en un Instituto en el que estudia alumnado en riesgo de exclusión social, probablemente aprenda lo que es estar con educandos cuyas familias están en la miseria, con estudiantes que viven en ambientes muy conflictivos, con un alumnado con necesidades educativas especiales y tiene que tratarles sin apenas recursos, etc. Indudablemente, este segundo chico adquirirá una experiencia más profunda y variada que el primero.

- El aprovechamiento de la experiencia adquirida: Hay quienes en verdad, debido a su edad u otro factor, tienen una experiencia mucho mayor que otra gente y sin embargo no le sirve de nada porque es incapaz de aprovecharla (o no quiere). A través de ello se explica que entre dos personas que sufren un problema idéntico, una aprenda que está mal y la otra lo reproduzca.

- La fuerza con la que se adquiere la experiencia: No es lo mismo que un conductor o una conductora que se salta un semáforo en rojo en una calle de una villa que no está transitada en ese momento, que quien colisiona contra otro coche al hacerlo. Seguramente la próxima vez no se lo vuelva a saltar.

- Las expectativas: No es lo mismo leer un artículo o aventurarse en el aprendizaje o la vivencia de algo, si se tiene la expectativa de conseguir algo bueno que si no se tiene.

Con todo esto observamos que si bien la edad puede ser un factor que influye en la experiencia adquirida, no es la única causa que la otorga y permite. Ergo, es incorrecto afirmar que la gente adulta está siempre más experimentada y cualificada en cualquier ámbito que la gente joven, o que su experiencia valga más. Y por ende, no es justo tratar a todo y toda joven de forma pedante y paternalista, haciendo alusión a su falta de experiencia.

Si la edad fuese el factor determinante, jamás ocurrirían cosas como que un chico de 15 años ha inventado un método para detectar el cáncer de páncreas...

Al fin y al cabo, parafraseando lo que una vez comentó un profesor de mi facultad:

En ocasiones, está claro, el maestro o la maestra sabe cosas que sus alumnos y alumnas desconocen (otras veces, otro tanto sucede al revés). Por ejemplo, cuando una criatura aprende que 1 + 1 = 2, nadie puede discutir que ese niño o esa niña no sabe sumar mientras que quien le enseña sí. Sin embargo, cuando crece y cumple los 20 años, nadie en su sano juicio osaría colocar a aquel maestro o a aquella maestra por encima de su ex-discente en cuanto a lo que las sumas se refiere. Nadie en su sano juicio afirmaría que el maestro o la maestra vale más para hacer sumas que el chico o la chica de vente años. Entonces, la edad será un factor que no importe nada. Tanto una parte como la otra sabrá, indiscutiblemente, sumar por igual, y no habrá motivo alguno para que la una, solo por ser mayor, se imponga ante la otra.

Y por eso opino que hay que revolucionar la pedagogía escolar; por eso pienso firmemente que hay que educar con amor; por eso afirmo tajantemente que hay que acabar de una vez por todas con el adultismo.

Fuente:

(1)- Rousseau, J-J (2011). Emilio o de la educación. Madrid: Alianza.

(2)- Freire, P. (2004). Pedagogía da autonomía. Sao Paulo: Paz e Terra.
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