viernes, 27 de diciembre de 2013

¿Existen el hembrismo y el racismo negro?

Cada día son más quienes afirman que en la sociedad actual, los grupos históricamente oprimidos se encuentran en igualdad de condiciones, o incluso en superioridad, con respecto aquellos grupos que históricamente han sido opresores.

Es por ello que se observa cómo crece un movimiento neo-nazi que afirma que la población extranjera es la responsable de las desgracias de las personas blancas o pertenecientes a la nación de residencia, quitándoles el empleo y la posibilidad de prosperar económicamente. Asimismo, surge un backlash patriarcal que da a luz a un rabioso sector machista y neo-machista al cual le encanta afirmar, o bien que la opresión masculina se encuentra al mismo nivel que la femenina y que los movimientos feministas no tienen ningún fundamento en tanto que se olvidan de unos pobres varones también dominados, o bien que las mujeres controlan a los varones, si no con sus tetas y su vagina, al menos sí a través de un supuesto hembrismo promovido por el feminismo. A las instituciones religiosas les chifla argumentar que los y las izquierdistas han creado una sociedad pro-homosexualidad, que va en contra de la heterosexualidad y que enferma a la humanidad a través de un potente y contagioso virus cultural que carcome las mentes de los niños y las niñas hasta convertirles automáticamente, al alcanzar la adolescencia, en homosexuales, con el fin de "corromper las almas que se llevará el Maligno, la Sagrada Familia, la esencia y naturaleza humana y el orden social impuesto por el todopoderoso". Y también hay, incluso, quienes afirman que hace años luz que la lucha de clases dejó de existir y que la clase proletaria oprime a las clase empresarial exigiéndole excesivos derechos.

Desde luego, lo que dice esta gente no tiene sentido alguno y su propósito no es otro más que el de tener excusa más que suficiente como para poder evitarse un sentimiento de culpa por haber nacido en mejores condiciones que otras personas y preferir mantener alegremente los privilegios. Aunque la razón que les encamina a ello perfectamente podría ser también el miedo que les causa saber que la sociedad tiende a una equidad y que están perdiendo dominio, por lo que darle una vuelta de tortilla a la teoría es la solución perfecta para poder seguir venciendo la contienda.

Bien. El caso es que he encontrado un texto muy bueno escrito por la anarcofeminista Milicia Cebolla, en el blog anarquista Regeneración. Os dejo con ella:

MITO DEL RACISMO NEGRO Y EL HEMBRISMO:

Desde hace un tiempo, vengo constatando un desarrollo paralelo entre el discurso de la existencia del hembrismo, en base a que hay mujeres idiotas, y se ejemplifica con una supuesta actitud racista de un negro hacia un blanco. Ambos mitos se relacionan mutuamente, repitiéndose una y otra vez como una especie de mantra.

Yo quiero exponer por qué creo que el racismo negro o el hembrismo, actualmente, no pueden darse. El racismo es un fenómeno social, en el cual toda (o al menos gran parte) institución está conformada de manera que los individuos de otras “razas” [1] están sometidas a los blancos. Así es como ha surgido y es como se mantiene actualmente. Podrían haberse dado otros desarrollos históricos en universos paralelos. Pero actualmente, aún permanecen los privilegios de personas blancas, frente a personas de otras pigmentaciones. Para simplificar, hablaré de negritud, porque es el mito más extendido.

El negro racista… o cómo bombardear con autocomplacencia a los blancos.

Es conocido el mito, se pone siempre de ejemplo: “si un negro desprecia a un blanco por serlo, está siendo igual de racista”. Pues aunque su actitud no sea de aplaudir, ya que está prejuzgando a una persona por motivos de color de piel, resulta que no es posible para un negro en la sociedad actual ser racista. Porque el racismo no es una respuesta individual, sino una estructura social en la cual todo tiene un orden rígido que se reduce a blancos arriba, negros abajo. Si unos cuantos individuos negros, de forma individual, tienen actitudes de prejuicio racial, podemos resaltar lo feo del gesto. Pero no “es lo mismo pero al revés”. Entre otras cosas porque no disponen del control de todas esas instituciones y estamentos sociales que permitan una vuelta a la tortilla. En EEUU, por ejemplo, sigue habiendo una relación estrecha entre negritud y pobreza, y población reclusa [2]. Esto no es casual, y desde luego, nada tiene que ver con las capacidades de las personas negras. Claramente es el resultado de una estructura social. Así que no, cuando un negro es borde con un blanco…no está siendo racista. Estará siendo antipático, prejuicioso, pero no racista. El día en que hubiera matanzas de blancos por parte de negros, persecución, historia de esclavismo, “blanquización de la pobreza”, etc etc. El día en que los negros controlaran todo y los blancos estuvieran abajo, ahí habría racismo negro. Mientras tanto, habrá individuos de una identidad oprimida que reaccionan con una actitud agresiva ante individuos de identidad opresora, aunque estos últimos no pretendan mantener ese estatus. Y esta actitud, insisto, puede ser reprochable: usted no me conoce, ¿cómo sabe que yo, aun siendo blanco, no estoy interesado en destruir este orden absurdo de cosas, porque creo en la igualdad de la humanidad?. Ahí tenemos al Ferrocarril Clandestino como ejemplo de que personas blancas pueden estar interesadas también en derribar esos muros [3]. No se está alabando esa actitud, simplemente le estamos dando el peso que merece, y que no es uno que equilibre ninguna balanza entre las relaciones que existen entre blancura y negritud. Precisamente es un conocido mito porque nos permite invisibilizar y normalizar el racismo, poniendo las cosas en una balanza de “a mi una vez un negro me hizo mal”. Se reproduce porque nos hace sentir “confortables”, precisamente por esa autocomplacencia que permite. Así como muchos otros mitos que se extienden socialmente y permiten mantener ese desequillibrio motivado por “raza” [4].

Así que simplemente se hace necesario explicar que una actitud puede ser negativa, equivocada éticamente, lo que sea. Pero no se puede usar todo término. Acabamos simplificándolo todo a fascista, racista y sexista, en una especie de caca-culo-pedo-pis que nos idiotiza mentalmente. Existen más palabras, usémoslas, eso desarrollará nuestra capacidad cognitiva. El lenguaje es una gran forma de entrenar al cerebro.

Del mito del negro racista al bulo del ataque cotidiano hacia los hombres: la falacia del hembrismo.

De igual forma, con mayor frecuencia se exponen casos de mujeres que maltratan psicológicamente, amén de todas las maldades posibles que le puedan hacer a los hombres, pasando por romperles el corazón, que es la más habitual, para intentar demostrar una especie de equidistancia. No hay equidad, por lo tanto, hablar de equidistancias es directamente absurdo. Una mujer puede ser imbécil, puede ser una cabrona despreciable que trate a un hombre de mala manera. Pero no es hembrista, porque no existe, por más que vengan hablando de lobbys, ese cambio de tortilla. En el contexto actual, siguen estando invisibilizados los trabajos de cuidados [5], la doble jornada laboral de la mujer [6], e incluso la supeditación a su marido en el caso de propiedad de tierras, explotaciones agrarias y demás [7], además de sufrir una invisibilización respecto a nuestra salud [8], entre otras muchas como menores sueldos [9], muertas por violencia de género [10], y un largo etcétera.

Existen mujeres idiotas, nadie lo duda. Como humanas, tenemos un amplio abanico de virtudes y defectos. Pero su actitud es individual, mientras que el patriarcado es una estructura social, lo que implica un desigual reparto del poder con sesgo de género, que provoca que las mujeres no participen del espacio público, que exista una división sexual del trabajo, infravalorando la correspondiente a la mujer, feminización de la pobreza, menor autonomía personal y en las relaciones sociales. Una forma de definirlo es: forma de organización política, económica, religiosa y social basada en la idea de autoridad y liderazgo del varón, en la que se da el predominio de los hombres sobre las mujeres, el marido sobre la esposa, del padre sobre la madre y los hijos e hijas, y de la línea de descendencia paterna sobre la materna Asímismo, se universaliza el “yo” masculino, planteándolo como vara de medir y referencia, siendo uno de los fundamentos de la dominación patriarcal [11].

Por eso, por mucho que sean idiotas, no pueden ser hembristas, simplemente porque no se tiene esa capacidad. Y aunque Obama es negro, y Merkel mujer, el orden social permanece rígidamente asentado. Obviamente, se ha avanzado. Se han mellado los pilares que sostienen ese orden. Pero la única dirección posible es continuar haciéndolo. No apuntalarlos para mantener las cosas tal cual están, sino derrumbar lo que queda de ello, que aún es mucho. y para ello, es fundamental no caer en la autocomplacencia de “para mí también es duro”, “yo no tengo la vida solucionada por ser blanca”, etcétera etcétera. No, obviamente entran otros factores, entre ellos la fundamental: la clase social. Pero por ser blanco, no la tienes tan complicada como la de un negro, y por ser hombre, no te ponen las mismas zancadillas que si fueras mujer. Así que, con una analogía atlética: si al resto de personas se les ponen obstáculos, entenderemos que el primero en llegar a meta con la pista lisa está siendo privilegiado frente a los demás. Siguiendo la analogía, es posible que nuestra pretensión de hecho no sea llegar a meta, ni ganar nada en atletismo. Pero ya que se nos obliga a correr, hay que remarcar esos obstáculos que existen y denunciarlos, no detenernos en que para el corredor que gana “también es duro tener que entrenar todos los días”.

Nadie está diciendo que la vida de un hombre blanco es de rosas por el mero hecho de ser varón y blanco. Ni que deba darse la vuelta a ninguna tortilla. Ni que todos los hombres blancos sean una panda de malnacidos esclavistas y machistas. Pero resulta paradójico que en una realidad en la que las mujeres mueren y cumplen dobles y triples jornadas, las personas negras se vinculan con la pobreza y la cárcel, siempre salga alguien corriendo a defender la socialmente cómoda idea de que “l@s oprimid@s tb oprimen”. Y no…pueden cagarse en tu madre y eso puede molestar, pero no te oprimen, sobretodo porque no pueden, al menos en base a esa identidad que se concibe como socialmente inferior.

Por favor, déjate de autocomplacencias, de buscar obsesivamente ejemplos de “mujeres que tratan mal a los hombres”, de “grupos feministas que pretenden el exterminio masculino”, de confundir los artículos de revistas Cosmopolitan con los postulados feministas, y de “negros que también han hecho cosas malas”, “de que los gitanos son racistas con los payos” y demás sandeces varias. Deja de confundir términos, porque no hay equidistancias ni equivalencias en un contexto de desigualdad. Y deja de utilizar esos argumentos para pretender suavizar la diferencia que se da entre las clases oprimidas y las opresoras. O al menos, no te creas tan de izquierdas si no estás dispuest@ a moverte de tu área de comodidad que permite perpetuar las cosas tal y como están.


Notas:

[1] si bien el término no sea adecuado, ya que no existen realmente las razas desde ningún punto de vista médico, biológico, genético, etcétera. Las Razas humanas no existen:

http://www.andercismo.com/2008/03/las-razas-humanas-no-existen.html

[2] Datos del Census Bureau de EE.UU.
http://www.census.gov/newsroom/releases/archives/income_wealth/cb12-172.html
Resumidamente, la población negra representan más del 27% de la población en situación de pobreza. Muy equiparado con población hispana, con más de un 26%. Los blancos de origen no hispano, representan menos del 10%. Esto demuestra ua clara vinculación entre identidad racial y etnia con la pobreza y la exclusión social.

[3] The Underground Railroad

http://en.wikipedia.org/wiki/Underground_Railroad

[4] Para desmontar este tipo de mitos, un gran pensador de nuestro tiempo decidió realizar este ejercicio de compilación de argumentos contra las intoxicaciones y comeduras de tarro racistas de turno:

http://www.alasbarricadas.org/forums/viewtopic.php?f=15&t=33465

[5] Estos son llevados a cabo por mujeres en el 99% de los casos, y que si se tuvieran en cuenta supondrían 1/3 del PIB. Pérez Orozco, A. y López Gil, S. (2011) Desigualdades a flor de piel: Cadenas globales de cuidados. ONU Mujeres. Disponible en

http://bookcamping.cc/referencia/1220-desigualdades-a-flor

[6] Propuesta por la Titularidad Compartida, desde el MAGRAMA

http://www.magrama.gob.es/es/desarrollo-rural/temas/igualdad_genero_y_des_sostenible/titularidad_compartida

[7] Según un estudio que está a punto de publicarse sobre las vivencias de las mujeres campesinas vascas, existe una clara discriminación en el sector agrario, predominando la falta de reconocimiento como trabajadoras agrícolas. Esto puede constatarse concretamente en que carecen de titularidad de las actividades agrícolas cuando los 2 miembros de la pareja lo comparten, además de a la hora de pedir ayudas para emprender la actividad agrícola y al pretender darse de alta en la Seguridad Social Agraria.

[8] Más información al respecto en la Revista on-line Mujer y Salud, disponible en

http://mys.matriz.net

También existe información al respecto, en inglés, en el colectivo ecofeminista Women’s Voice for the Earth

http://www.womensvoices.org/about/why-a-womens-organization

[9] Encuesta de estructura salarial. INE. Informes anuales disponibles en

http://www.ine.es/jaxi/menu.do?type=pcaxis&path=/t22/p133&file=inebase

[10] Información disponible en las Estadísticas del Ministerio de Igualdad (o el Ministerio en el que sea diluído):

http://www.msssi.gob.es/ssi/violenciaGenero/portalEstadistico/boletinmensual/home.htm

y http://www.msssi.gob.es/ssi/violenciaGenero/portalEstadistico/home.htm

También en la Red estatal de organizaciones feministas contra la violencia de género.

http://www.redfeminista.org

[11] Dolores Reguant (2007) Explicación abreviada del Patriarcado.

http://www.proyectopatriarcado.com/docs/Sintesis-Patriarcado-es.pdf

lunes, 16 de diciembre de 2013

La discriminación positiva en la infancia.

Se entiende por discriminación positiva a una acción o discriminación encaminada a compensar las desigualdades padecidas por un determinado grupo social, bien por ser minoritario, ya sea por estar desfavorecido, o bien por encontrarse oprimido.

Ésta es, en mi opinión, una medida fundamental para alcanzar la equidad social. Una medida fundamental que no en pocas ocasiones es criticada.

Y es que hay gente que no comprende por qué es importante otorgar becas a las personas sin recursos económicos mientras que no da este tipo de ayudas a quienes tienen dinero más que suficiente para pagarse los estudios, por qué son necesarias las acciones políticas de visibilización y empoderamiento de las mujeres, o por qué se tolera un día del orgullo homosexual mientras no dispone de una festividad para personas heterosexuales.

Quizá un poco de lógica les venga bien.

Imagina que tienes una balanza, en la cual a un lado hay un objeto de 2 kilos y al otro, uno que pesa 6 kilos. Así:


Ahora imagina que tienes fuera de la balanza 10 kilos. ¿Cómo repartirías ese peso en los dos lados de la balanza para que quede equilibrada? ¡Exacto! En el lado en el que solo tienes 2 kilos tienes que echar 7 kg, mientras que en el lado en donde tenías 6 kg, tan solo tienes que poner 3 kilogramos. De este modo, la balanza quedaría equilibrada con un total de 9 kilos a cada lado.

Pero... ¿¡qué demonios ha ocurrido!? A una parte le hemos dado más que a otra... ¡y las cosas quedan igual para ambas! ¡Vaya!, ¿con la desigualdad creamos equidad? ¡Claro! ¡¡Porque ya había una situación desigual de antemano!! No podemos repartir el mismo peso a cada lado porque ya había una situación desigual. Se hace necesario, pues, realizar una acción de discriminación positiva, dándole más a quien menos tiene o más necesita, para que la balanza quede equilibrada.

Así es como se explica que ciertas acciones sociales de discriminación positiva busquen la equidad. Y es que no es lo mismo desempeñar acciones de igualdad que buscar la equidad. Si hacemos lo primero, tenemos que pasar por alto las desigualdades ya existentes y dar el mismo peso a cada lado. Sin embargo, si en lugar de centrarnos en perseguir acciones iguales, planificamos más allá y determinamos acciones de discriminación positiva, entonces buscamos alcanzar la equidad.

Y esto es algo que los niños y las niñas saben muy bien. Con el juego lo demuestran. 

Por ejemplo, cuando juegan al fútbol, los jugadores y las jugadoras se reparten, en la medida de lo posible, a partes iguales: tras echar a suertes entre dos quién elige primero, se van turnando en la selección del equipo, dejándolo más o menos equilibrado. Si ven que existe una elevada desigualdad, ceden el saque al peor equipo, intercambian a algún jugador o alguna jugadora, o incluso dan un gol de ventaja al equipo más desfavorable.

En el pilla-pilla, si hay niños y niñas de mayor edad y algún niño o alguna niña de edad muy corta, a veces los niños y las niñas grandes se dejan pillas por las criaturas más pequeñas o desaceleran su velocidad para no hacer el juego aburrido para quienes menos posibilidades tienen.

En el escondite, si juegan niños y niñas pequeños/as con niños y niñas grandes, dejan que los pequeños y las pequeñas cuenten menos tiempo si ligan (sobre todo si no saben contar hasta más de un determinado número).

Existen juegos en los que a quienes lo tienen más difícil les dan dos vidas u oportunidades, o se pasan un poco por alto sus errores. Por ejemplo, en el escondite inglés, los niños y las niñas grandes les dicen a los niños y las niñas pequeños/as "eh, te he visto moverte; bueno, te dejo una oportunidad más".

Recuerdo que una vez, de pequeño durante unas vacaciones de verano, jugué con unos niños y unas niñas a Adivina quién soy, un juego en el que todos y todas teníamos una tarjeta sujeta a la cabeza y en la cual había dibujado un animal que no conocíamos. Mediante preguntas, de tipo "¿soy un animal terrestre?", "¿soy un animal doméstico?", "¿tengo alas?", teníamos que adivinar qué animal éramos. Recuerdo que con nosotros y nosotras había un niño extranjero al que le costaba jugar un poco porque no dominaba muy bien el castellano, así que a él le dábamos pistas.

Cuando hay alguien que juega por primera vez y no conoce muy bien las reglas, siempre se le suele dejar repetir o rectificar, dándole más oportunidades que al resto.

Es decir, que los niños y las niñas conocen muy bien en la práctica lo que es la discriminación positiva y la llevan a cabo de forma auto-gestionada, sin necesidad de que padres, madres, tíos, tías, abuelos, abuelas, vecinos, vecinas o el Estado, intervengan en ello.

No entiendo cómo es posible que cuando crecemos, se nos olvide la  importancia de este tipo de discriminación.

Tal vez tenga razón Kuxille, en su respuesta, cuando me dice que el problema está en que las personas jóvenes y adultas preferimos creer que todo cuanto tenemos se debe única y exclusivamente a nuestro propio esfuerzo y mérito; es decir, que si tenemos más que otras personas, es tan solo y siempre porque nos lo merecemos, y no en parte gracias a que tenemos ventaja. Eso sería tener que aceptar, como ella dice, que no somos tan inteligentes o hábiles como nos creemos.

Eso significaría aceptar que no es lo mismo nacer en Francia que en Etiopía; que no es lo mismo nacer en una familia acomodada que en otra de bajos recursos económicos; que no es lo mismo tener un padre y una madre que te apoyan que un padre y una madre que te hacen a un lado; que no es lo mismo poder ir a la Universidad con el propio dinero que depender de una beca; que no es lo mismo poder estar leyendo esta entrada en tu casa, en una biblioteca pública o en un locutorio que no poder hacerlo.

Tendríamos que volver la vista un poco atrás y acordarnos de cuando éramos niños y niñas y el sistema capitalista y competitivo no nos había influido de sobremanera. Tendríamos que echar un vistazo a esos años en los cuales la discriminación positiva formaba parte de nuestras vidas y lo veíamos lo más normal y justo del mundo.

O por lo menos, si no recordamos aquellos tiempos, fijarnos en los niños y las niñas de ahora, cuando ayudan y dan oportunidades a quienes viven la vida con desventaja.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Educar para el futuro; educar para la humanidad.

Immanuel Kant
"El arte de la educación o pedagogía, necesita ser razonado, si ha de desarrollar la naturaleza humana para que pueda alcanzar su destino. Los padres ya educados son ejemplos, conforme a los cuales se educan sus hijos, tomándolos por modelo. Si estos han de llegar a ser mejores, preciso es que la Pedagogía sea una disciplina; si no, nada hay que esperar de ellos, y los mal educados, educarán mal a los demás. En el arte de la educación se ha de cambiar lo mecánico en ciencia: de otro modo, jamás sería un esfuerzo coherente, y una generación derribaría lo que otra hubiera construido.

Un principio de arte de la educación, que en particular debería tener presente los hombres que hacen sus planes es que no se debe educar los niños conforme al presente, sino conforme a un estado mejor, posible en lo futuro, de la especie humana; es decir, conforme a la idea de humanidad y de su completo destino. Este principio es de la mayor importancia.

Los padres, en general, no educan a sus hijos más que en vista del mundo presente, aunque esté muy corrompido. Deberían, por el contrario, educarles para que más tarde pudiera producirse un estado mejor. Pero aquí se encuentran dos obstáculos:

a) Los padres sólo se preocupan, ordinariamente, de que sus hijos prosperen en el mundo, y b) los príncipes no consideran a sus súbditos más que como instrumentos de sus deseos.

Los padres, cuidan de la casa; los príncipes, del Estado. Ni unos ni otros se ponen como fin un mejor mundo, ni la perfección a que está destinada la humanidad y para lo cual tiene disposiciones. Las bases de un plan de educación han de hacerse cosmopólitamente. ¿Es que el bien universal es una idea que puede ser nociva a nuestro bien particular? De ningún modo; pues aunque parece que ha de hacerse algún sacrificio por ella, se favorece, sin embargo, el bien de su estado actual. Y entonces, ¡qué nobles consecuencias la acompañan! Una buena educación es precisamente el origen de todo el bien en el mundo".


Fuente:

Kant, I. (2003). Pedagogía. Madrid: Akal.

domingo, 1 de diciembre de 2013

¿Está más experimentada la gente adulta que la joven? ¿Vale más su experiencia?

Desde la escuela tradicional, basada en una pedagogía conductista, opresora y adultocentrista, siempre se ha dicho que la importancia de la educación recae exclusivamente sobre el profesorado, o que siempre el o la docente ha de hablar mientras que los y las discentes deben callar, porque solo el profesorado sabe y el alumnado nada tiene que aportar. 

En el hogar, también se ha promovido una pedaogía paternalista, pedante y coercitiva. El ejemplo de Amy Chua en su libro El libro de batalla de la madre tigre, desde luego, no es al único. Se ha dicho que una bofetada a tiempo nunca viene mal (lo cual se acepta contra infantes, pero no contra personas adultas, como muestra el pediatra Carlos González), que los y las bebés no lloran más que para controlar a quienes les cuidan, que los niños y las niñas deben cerrar el pico y no replicar, etc.

Y es que una de las creencias más arraigadas entre la gente es que las personas no adultas son todas unas inexpertas que no saben ni lo que dicen ni lo que piensan, y, por tanto, es mejor no escuchar sus opiniones, sentimientos y quejas.

Más allá de si un niño o una niña de 8 años tiene algún tipo de experiencia, lo que está claro para mí es que nada justifica la falta de respeto hacia las criaturas; porque, tal y como dijo Jean-Jacques Rousseau:

"La infancia tiene sus propias maneras de ver, pensar y sentir; nada hay más insensato que pretender sustituirlas por las nuestras" (1).

Es verdad que la diferente forma de razonar de un niño o una niña de 5 años la puede llevar fácilmente al error en muchas ocasiones. Ya mostró el psicólogo suizo Jean Piaget que la gente a medida que crece pasa por una serie de etapas diferentes en las cuales se adquiere un esquema cognitivo diferente (aunque también, como explicó el psicólogo ruso Lev Vygotski, el aprendizaje facilita la maduración y la adquisición de habilidades). Pero eso no significa que deba restringírsele el derecho a pensar y opinar, y mucho menos que no haya adquirido ciertas experiencias que le lleve a ciertos razonamientos. Y además, al fin y al cabo, las personas adultas también se equivocan en sus planteamientos...

Ahora bien, ¿es cierto que los niños y las niñas, los y las adolescentes, los y las jóvenes, no tienen nada de experiencia, o que si la tienen vale menos?

El pedagogo Paulo Freire, consciente de que todo el mundo tiene algo de experiencia, que ésta es variada en cada ser humano y que toda experiencia diferente e importante para ser compartida, animaba y aconsejaba a los y las docentes a escuchar a los y las aprendices, haciendo mención a su experiencia:

"Por eso mismo pensar acertadamente impone al profesor o, en términos más amplios, a la escuela, el deber de respetar no sólo los saberes con que llegan los educandos, sobre todo los de las clases populares -saberes socialmente construidos en la práctica comunitaria-, sino también, como lo vengo sugiriendo hace más de treinta años, discutir con los alumnos la razón de ser de esos saberes en relación con la enseñanza de los contenidos. ¿Por qué no aprovechar la experiencia que tienen los alumnos de vivir en áreas de la ciudad descuidadas por el poder público para discutir, por ejemplo, la contaminación de los arroyos y de los riachos y los bajos niveles de bienestar de la población, los basureros abiertos y los riesgos que ofrecen a la salud de la gente? ¿Por qué no hay basureros abiertos en el corazón de los barrios ricos o incluso simplemente clasemedieros de los centros urbanos?" (1).

Y es que, por mucho que se hable de la "inexperiencia" infanto-juvenil, no podemos hablar tajantemente de ello. La adultez no asegura la experiencia en un aspecto en concreto, sino que tan solo proporciona una mayor probabilidad de haberla adquirido, de igual forma que un niño o una niña no nacerá con la piel blanca por el mero hecho de nacer en Noruega, ya que no es la nacionalidad la que determina el color de piel, sino los genes del padre y la madre. Y mucho menos podría decirse que la experiencia acumulada por una persona adulta sea más útil que la acumulada por otra más joven. Porque, en mi opinión, hay muchos y diversos factores, a parte de la edad, que aumentan la probabilidad de haber adquirido más experiencia, que interfieren en la adquisición y la calidad de la misma, entre los cuales se pueden mencionar:

- El interés: Supongamos que un grupo de chicos y chicas van de excursión al campo. Quien preste atención y tenga interés en lo que su docente les va a explicar; aprenderá de sus palabras; se fijará en todo cuanto hay a su alrededor; se moverá de un lado a otro, explorando; tomará apuntes; quizá tras la excursión vaya a la biblioteca a ampliar información; puede que vuelva otro día al campo y allí le ocurra algo que le dará una lección; etc, y adquirirá ciertos conocimientos y ciertas experiencias. Sin embargo, quienes no tengan interés por lo que puedan aprender, quienes no presten atención a nada ni muestren un espíritu aventurero, no adquirirán tanta experiencia. De este modo, dos personas de la misma edad, cuando cumplan un año más, no habrán aprendido lo mismo.

- La edad a la que se ha empezado a adquirir una determinada experiencia: Supongo que nadie pone en duda que no es lo mismo comenzar a aprender un idioma en el nacimiento,  que a los 25. Dos personas de 30 años, entre las cuales una tiene un idioma por lengua materna y la otra empezó a estudiar a los 25, no tendrán la misma experiencia en el uso del mismo. Es más: es probable que un o una adolescente de 15 años hable mejor la lengua que esa persona de 30 que empezó a estudiarla a los 25.

 - La posibilidad de adquirir experiencia: Imaginemos a dos personas: una con recursos económicos suficientes como para poder viajar y leer, y otra sin tales recursos. ¿No será más fácil para la primera el adquirir diversas experiencias que para la segunda? Asimismo, imaginemos a dos personas de la misma edad, entre las cuales una encuentra trabajo antes y otra después. ¿No ocurrirá que aunque en el futuro tengan los mismos años, no tendrán la misma experiencia?

- Las vivencias: Éste es uno de los factores que más influyen en la experiencia adquirida. No todo el mundo vive la misma vida; no todo el mundo pertenece a la misma clase social; no todo el mundo tiene los mismos familiares; no todo el mundo conoce al mismo grupo de amigos y amigas; no a todo el mundo le suceden las mismas cosas. Así pues, no es lo mismo una persona que es maltratada que quien solo estudia un máster (tal vez ni con 5 años de experiencia quien estudió el máster llegue a comprender lo que es eso de igual forma que quien padeció el maltrato). Como no todo el mundo pertenece a la misma clase social, no todo el mundo adquirirá el mismo punto de vista a partir, incluso, de una misma experiencia. Como no todo el mundo tiene el mismo grupo de amigos y amigas, unas personas conocerán qué es perder a alguien en un accidente de tráfico y otras no. Como no todo el mundo tiene los mismos familiares, habrá quienes crezcan teniendo que esforzarse y aprendiendo lo que es la vida, mientras que habrá quienes no abran los ojos ante ciertas cosas hasta que no se den un tortazo.

- El tener o no tener a alguien que te enseñe: No es lo mismo conocer a alguien que te abra los ojos ante el sexismo, que no conocer a tal persona. No es lo mismo que un padre y una madre te enseñen un oficio, que el no tener a nadie que te lo enseñe. No es lo mismo encontrarte con un o una docente que te habla sobre los mitos del amor romántico, que tener que basar tu vida en lo que has leído en tal o cual novela. 

Es por ello que en su momento hice una entrada en agradecimiento a las personas adultas que fomentan el feminismo.

- La variedad de la experiencia adquirida: Imaginemos a dos chicos que estudian Pedagogía. Uno entra en un Instituto de uno de los barrios más ricos de Madrid capital y el otro entra en un Instituto de uno de los barrios más pobres de la zona sur de la Comunidad de Madrid. El primero, en 10 años trabajando como orientador, quizá solo trate con algunos y algunas discentes que presentan mal comportamiento, con quienes tienen dificultades a la hora de estudiar, etc. Sin embargo, quien entró en un Instituto en el que estudia alumnado en riesgo de exclusión social, probablemente aprenda lo que es estar con educandos cuyas familias están en la miseria, con estudiantes que viven en ambientes muy conflictivos, con un alumnado con necesidades educativas especiales y tiene que tratarles sin apenas recursos, etc. Indudablemente, este segundo chico adquirirá una experiencia más profunda y variada que el primero.

- El aprovechamiento de la experiencia adquirida: Hay quienes en verdad, debido a su edad u otro factor, tienen una experiencia mucho mayor que otra gente y sin embargo no le sirve de nada porque es incapaz de aprovecharla (o no quiere). A través de ello se explica que entre dos personas que sufren un problema idéntico, una aprenda que está mal y la otra lo reproduzca.

- La fuerza con la que se adquiere la experiencia: No es lo mismo que un conductor o una conductora que se salta un semáforo en rojo en una calle de una villa que no está transitada en ese momento, que quien colisiona contra otro coche al hacerlo. Seguramente la próxima vez no se lo vuelva a saltar.

- Las expectativas: No es lo mismo leer un artículo o aventurarse en el aprendizaje o la vivencia de algo, si se tiene la expectativa de conseguir algo bueno que si no se tiene.

Con todo esto observamos que si bien la edad puede ser un factor que influye en la experiencia adquirida, no es la única causa que la otorga y permite. Ergo, es incorrecto afirmar que la gente adulta está siempre más experimentada y cualificada en cualquier ámbito que la gente joven, o que su experiencia valga más. Y por ende, no es justo tratar a todo y toda joven de forma pedante y paternalista, haciendo alusión a su falta de experiencia.

Si la edad fuese el factor determinante, jamás ocurrirían cosas como que un chico de 15 años ha inventado un método para detectar el cáncer de páncreas...

Al fin y al cabo, parafraseando lo que una vez comentó un profesor de mi facultad:

En ocasiones, está claro, el maestro o la maestra sabe cosas que sus alumnos y alumnas desconocen (otras veces, otro tanto sucede al revés). Por ejemplo, cuando una criatura aprende que 1 + 1 = 2, nadie puede discutir que ese niño o esa niña no sabe sumar mientras que quien le enseña sí. Sin embargo, cuando crece y cumple los 20 años, nadie en su sano juicio osaría colocar a aquel maestro o a aquella maestra por encima de su ex-discente en cuanto a lo que las sumas se refiere. Nadie en su sano juicio afirmaría que el maestro o la maestra vale más para hacer sumas que el chico o la chica de vente años. Entonces, la edad será un factor que no importe nada. Tanto una parte como la otra sabrá, indiscutiblemente, sumar por igual, y no habrá motivo alguno para que la una, solo por ser mayor, se imponga ante la otra.

Y por eso opino que hay que revolucionar la pedagogía escolar; por eso pienso firmemente que hay que educar con amor; por eso afirmo tajantemente que hay que acabar de una vez por todas con el adultismo.

Fuente:

(1)- Rousseau, J-J (2011). Emilio o de la educación. Madrid: Alianza.

(2)- Freire, P. (2004). Pedagogía da autonomía. Sao Paulo: Paz e Terra.

lunes, 25 de noviembre de 2013

¿Es trabajar fuera del hogar sinónimo de cuidar?

En la entrada anterior, mostré cómo el hecho de realizar tareas domésticas implica un proveer, de tal modo que, junto a la primera parte de aquella entrada, he desmontado el mito masculinista sobre que a lo largo de la historia las mujeres no han proveído ni han trabajado para los varones (o que, en el caso de proveer, eran lo hombres quienes realizaban principalmente esta función).

El caso es que tanto en la entrada anterior como en otro blog, se me ha planteado que si al desempeñar las funciones del hogar se está proveyendo, debería afirmar también que al trabajar fuera del hogar se está cuidando a los hijos y las hijas.

El comentario en concreto que se dejó fue: 

"Aceptaré que las mujeres proveen con el trabajo en la casa si tú aceptas que los hombres cuidamos a los hijos por igual al trabajar afuera".

Y en aquel blog al que hago referencia (y cuya referencia no pondré aquí porque es un espacio masculinista y no voy a pasar links que promueven una ideología misógina y misándrica), se me respondió lo siguiente:

"Del mismo modo se podría decir que ganar dinero para que los niños vistan y coman, tengan un techo, agua corriente, entretenimiento etc. es también “cuidar de los hijos”. Pero cuando comienzan los argumentos para el divorcio y la custodia, no he visto a ningún feminista defender esto. Si los roles del cuidador y el proveedor están íntimamente ligados, como pareces señalar, lo estarían para los dos géneros".

Antes de nada, decir que no pongo en duda que proveer es una de las principales actividades que permiten sacar a delante a las siguientes generaciones, de tal modo que, efectivamente, también puede afirmarse que en el proveer se encuentra implícita la crianza de las criaturas. No obstante, estoy en desacuerdo con el planteamiento de que que el cuidado sea por igual. No creo que el hecho de que realizar tareas domésticas sea igual a proveer pueda compararse paralela y equitativamente al hecho de que al proveer se puede criar. Y la razón es ésta: para proveer, solo hay que proveer, mientras que para sacar adelante a un niño o una niña, hace falta más que eso.

Proveer es algo que se puede desempeñar de diversas formas (dando clases particulares, arreglando tuberías, vendiendo pan... e incluso de forma auto-gestionada, al mantener una granja, por ejemplo), e implica hacer solo eso: proveer.

Sin embargo, para sacar adelante a los hijos y las hijas, hay que tener en cuenta cuatro aspectos: el cuidado, la crianza, la enseñanza y la educación.

- El cuidado: Una de las acepciones de la RAE para el verbo cuidar es "asistir a alguien que lo necesita". Para cuidar de un ser humano, hay que estar presente, prestarle atención e interés, preparar su ambiente a fin de evitar posibles problemas.

- La crianza: Criar es originar o producir algo, es alimentar, es producir el crecimiento o desarrollo de alguien. Para criar lo único que se necesitan son recursos, para lo cual entra el juego el proveer.

- La enseñanza: Enseñar es producir el aprendizaje de alguien, cambiar su estructura cognitiva para que adquiera una serie de conocimientos, habilidades y conductas.

- La educación: Educar es un procedimiento más complejo que enseñar. No basta con que se aprenda algo: es necesario que el aprendizaje trasforme al individuo. Si yo digo que 2 + 2 = 4, enseñaré algo, pero no educaré a nadie. Sin embargo, si logro que una criatura no torture a un animal por placer, o que una persona maltratadora cambie su actitud y deje de maltratar porque ve que esta mal, estaré educando. Para educar, es necesario enseñar; por el contrario, no toda enseñanza es necesariamente educativa.

Cuando una persona va a trabajar exclusivamente, solo contribuye a la crianza de su hijo o su hija. Es algo sumamente importante, no lo podemos negar, pero solo cubre esa única función. El cuidado, la enseñanza y la educación no se dan en una criatura si solo se provee. Sin embargo, cuando una persona se queda en casa al cuidado de los hijos y las hijas, está ejerciendo todas las tareas mencionadas más un rol co-proveedor.

Ojo: por supuesto, con ello no estoy diciendo que todas las mujeres deban permanecer en casa porque están desempeñando lo que es, en mi opinión, una función mucho más importante y completa en cuanto al ámbito familiar. Ya he mencionado otras veces que, para mí, el trabajo no debería ser un simple derecho para traer provisiones al ámbito privado que es la familia. En mi opinión, el trabajo debería ser un derecho y un deber orientado a la supervivencia tanto del propio individuo como de la sociedad en su conjunto. Es decir, en lugar de ser el trabajo un medio de explotación, empoderamiento y exclusiva auto-supervivencia, debería ser un proyecto de carácter social encaminado a mantener, en igualdad y armonía, a la especie humana, como si de la provisión, el cuidado, la crianza, la enseñanza y la educación de una gran familia colectiva se tratase. Por ello opino que tanto mujeres como varones deberían tener la obligación de repartirse las tareas de dentro y fuera del hogar (así como que habría que suprimir la familia-isla-objeto, abolir la propiedad privada, etc. Pero eso será tema para otra entrada).

Por esto mismo, porque proveer exclusivamente solo cubre una función mientras que el trabajo doméstico abarca una mayor variedad de facetas en el desarrollo de los hijos y de las hijas, no creo que sea paralelamente comparable el proveer exclusivamente con el desempeñar funciones domésticas.

Y por esto mismo, opino que no puede tener el mismo peso en el divorcio a la hora de hablar de custodia el haberse quedado en casa al cuidado de las criaturas que el haber salido a trabajar fuera del hogar.

Además de que, como me comentaba Kuxille mientras preparaba esta entrada, ambas actividades no tienen el mismo valor a nivel social, de tal modo que la custodia compartida automática supone una discriminación para quien socialmente hablando se ha llevado la peor parte (quien se ha quedado en casa). Si lo reconocido en nuestra cultura es el haber salido a trabajar; si lo que permite autonomía y supervivencia propia tras el divorcio es el haber desempeñado lo que socialmente se entiende como la única función proveedora (el trabajo extra-doméstico), el dar una custodia compartida automática no solo implica desproteger a las criaturas, a las cuales se las deja en manos de alguien que nunca las ha cuidado, enseñado y educado directamente, en tanto que solo ha contribuido a su crianza, sino que además implica dar un plus de valor a quien ya ha sido reconocido socialmente y dejar en la misma posición, o incluso inferior, a quien socialmente no ha tenido ni tendrá ningún reconocimiento.

Ya sabéis: en caso de que en un hogar el padre vaya a trabajar fuera y la madre se quede en casa, el varón podrá seguir adelante tras el divorcio gracias al reconocimiento social de su labor, mientras que la mujer, a pesar de haber pasado años cocinando, limpiando, barriendo, enseñando, educando... jamás podrá presentar un currículum que la lleve a ser cocinera de un restaurante importante o docente en una escuela. Así pues, considero justo que se lleve la custodia ella, en tal caso, con el objetivo de que su hijo o hija siga el mismo modelo pedagógico por el cual ha sido guiada su vida y para compensar la desigualdad que acarrea la falta de valor atribuido a sus labores en nuestra cultura.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Mito masculinista 2 (bis): Las mujeres ni proveen, ni trabajan para los varones.

Continúo la entrada en relación al mito masculinista acerca de que las mujeres ni proveen, ni trabajan para los varones.

En la primera parte expliqué, en resumidas cuentas, cómo las mujeres sí han sido proveedoras, cómo las mujeres sí han trabajado para los varones y cómo ese aire galán del que tanto alardean muchos masculinistas, que coloca a los varones como únicos y grandes proveedores (o los principales) con respecto a todas las mujeres, en un afán supuestamente protector, no ha significado en ciertas ocasiones más que un proveer para sí mismos, a fin de mantener su ego y estatus social (es decir, muchos, de clase media-alta y alta, no buscaban cuidar mujeres, sino protegerse a sí mismos).

En esta segunda y última parte de este mito, hablaré, sin ir muy lejos, sobre qué significa proveer y por qué las mujeres han proveído más de lo que se nos cuenta, en tanto que no solo lo han hecho, como ya expliqué, ejerciendo labores extra-domésticas, sino que también al desempeñar las funciones del propio hogar. O dicho de otro modo: voy a mostrar cómo el desempeño de ciertas tareas domésticas lleva a igualmente ejercer el rol proveedor.

Según el diccionario de la Real Academia Española, y haciendo uso solo de las acepciones que son de interés para el tema que estamos tratando, proveer es:

1. tr. Preparar, reunir lo necesario para un fin.

2. tr. Suministrar o facilitar lo necesario o conveniente para un fin.

3. tr. Tramitar, resolver, dar salida a un negocio.

De este modo, observando las dos primeras acepciones, si proveer es el hecho de proporcionar a una persona o entidad los recursos necesarios, aun en los casos en los que existía una clara división de roles, aun cuando las mujeres se mantuviesen en el hogar, afirmar que las mujeres han ejercido (y ejercen) también el papel proveedor, se hace necesario e incuestionable.

Y es que el dinero no se come. De este modo, en aquellos contextos en los cuales las mujeres se hayan quedado en el hogar y los varones hayan ido a trabajar, cada vez que esas mujeres intercambiaban el dinero por alimentos y preparaban la comida, estaban suministrando tanto a su cónyuge como a su prole un recurso necesario para el fin de mantener la supervivencia de la familia.

Cada vez que una mujer mantenía el hogar con las condiciones higiénicas y sanitarias necesarias para no coger infecciones y enfermedades, estaba proveyendo salud a la familia.

Cada vez que una mujer cogía los hilos y comenzaba a tejer, estaba proveyendo a su cónyuge y a sus hijos e hijas de ropas con las cuales vestirles y mantenerles en calor; evitando, al mismo tiempo, gastar una mayor cantidad de dinero en tales materias elaboradas, más caras que las materias primas.

Cada vez que una mujer daba el pecho, estaba empleando parte de su energía en proveer de alimento para la criatura.

Y si acaso algún masculinista osa pasar por aquí diciendo que preparar la comida no es una forma de proveer, le reto a que, como suele decir mi pareja a modo de chiste para neo-machistas, mañana mismo, en lugar de comprar el pan, vaya directamente a por una bolsa de harina y la ingiera a cucharadas.

O como también me gusta decir a mí: que se acerquen a un obispo, que es varón y con un cargo importante dentro de la jerarquía eclesiástica, y le pidan que le llenen con el Espíritu Santo, en lugar de dirigirse a una monja, que es mujer y cuyo cargo no es tan importante, y pedirle un poco de mazapán o unas yemas de huevo de esas que preparan en los conventos. A ver si es él o es ella quien provee y llena su estómago.

Está claro que pueden decir misa los masculinistas, pero me pregunto cuánta gente habría fallecido si las mujeres, en lugar de alimentar a los cerdos y las gallinas, en lugar de preparar el fuego y fabricar la ropa, en lugar de elaborar pan y queso, y en lugar de amamantar a sus bebés o a los de otras familias, se hubiesen dedicado a realmente no proveer ni fuera ni dentro del hogar, esto es, a no hacer absolutamente nada.

Además, si nos fijamos en la tercera acepción, que se refiere a "tramitar, resolver, dar salida a un negocio", habría que añadir que, del mismo modo que puede afirmarse que el varón que aportaba dinero a casa estaba contribuyendo de algún modo a la crianza de los hijos y las hijas, al dar salida las mujeres al negocio de los varones con el trabajo doméstico, estaban también de algún modo ejerciendo un papel como proveedoras.

Aunque claro, como se ha hecho uso del patriarcado para dar importancia solo a los trabajos masculinos, no es de extrañar que estas funciones hayan quedado infravaloradas hasta la actualidad, cuando los varones han podido hacer uso de esas tareas típicamente femeninas para sacar dinero (véanse los chefs como ejemplo de ello), manteniendo su bajo valor en caso de ser desempeñado el trabajo por una ama de casa, pero adquiriendo importancia tan pronto como sirve al capital y a la patronal. Y no en vano, tareas típicamente femeninas e infravaloradas siempre han sido remuneradas y consideradas como un medio para proveer tan pronto como en lugar de haber sido desempeñadas por amas de casa al servicio de la familia, las ejecutaban personas trabajadoras para una familia externa (por ejemplo, las cocineras de una corte).

Así pues, bien sea a través de un claramente existente trabajo extra-doméstico por parte de las mujeres, bien sea con las labores desempeñadas dentro del hogar (dándose el caso de la doble jornada), las mujeres han sido co-proveedoras junto a los varones, de tal manera que afirmar que el hombre ha ejercido el papel de único o principal proveedor es un absurdo y no más que una forma de procurar mantener al varón, como de costumbre, en el lugar más importante.

lunes, 18 de noviembre de 2013

Similitudes entre el machismo y el adultismo.

Bajo mi punto de vista, si el machismo y el adultismo son tan similares, de tal manera que tanto las mujeres como los niños y las niñas han padecido la opresión bajo el yugo del sistema patriarcal, se debe, nada más y nada menos, a que las mujeres han sido históricamente consideradas como eternas menores de edad. Así pues, podría afirmarse que el machismo no es más que una especie de adultismo pero en detrimento de las mujeres; o, si se prefiere, las prácticas adultocentristas bien podrían basarse en una especie de machismo que se encuentra encaminado en oprimir a los y las más jóvenes.

De este modo, encontramos que aquellos argumentos que han servido para mantener a las mujeres al margen de los derechos y los privilegios que han sido concedidos siempre a los varones, son idénticos que los que desde toda la vida hasta la actualidad han servido para desempoderar a las personas que aún no han alcanzado la edad adulta.

Con la finalidad de visibilizar esto, seguidamente expondré conjuntamente unos cuantos argumentos machistas (en color rojo) y otros cuantos adultocentristas (en color azul):

- Las mujeres no están capacitadas, por pertenecer al sexo que pertenecen, para determinadas tareas.
- La juventud no está capacitada, por su edad y corta experiencia, para determinadas tareas.

- Es normal pagar menos a las mujeres; al fin y al cabo son los varones quienes tienen que proveer y alimentar a una familia.
- Es normal pagar menos a los y las jóvenes; al fin y al cabo son las persona adultas quienes tienen familia a la que alimentar.

- Si una mujer es un poco revolucionaria, mejor darle una buena bofetada para que se tranquilice y ocupe su lugar. La mujer que no es enderezada, trae consigo una familia desestabilizada...
- Si un niño o una niña no se comporta como es debido, mejor darle una buena bofetada para que se tranquilice y esté en su sitio. El árbol al que no se le endereza a tiempo, crece torcido...

- ¿Qué importa que haya más mujeres paradas o con trabajos precarios que hombres? Es más importante que sean los hombres quienes tengan un buen trabajo, ya que el lugar de ellas está en casa.
- ¿Qué importa que haya más adolescentes y jóvenes en el paro y con trabajos precarios que personas adultas? Es más importante que sean los adultos y las adultas quienes tengan un buen trabajo.

- Las mujeres no quieren trabajar; todas son unas aprovechadas que solo quieren que un varón se mate a trabajar por ellas para que así puedan estar cómodamente en casa dedicándose a dormir y a tomar un chocolate con las amigas.
- La juventud de hoy no quiere trabajar; no son más que una pandilla de ni-nis que solo quieren que su padre y su madre se maten a trabajar y así puedan estar cómodamente en casa dedicándose a dormir y a jugar a la videoconsola.

- Las mujeres no son más que unas histéricas inconscientes que no saben ni lo que quieren. ¿Cómo quieres que ocupen cargos importantes?
- Los y las jóvenes no son más que gentuza sin experiencia que se dedica a consumir alcohol, tomar drogas y quemar papeleras. ¿Cómo quieres que ocupen cargos importantes?

- Yo trato a mi mujer como me da la gana. Ella es mía.
- Yo trato a mi hijo o hija como me da la gana. Me pertenece.

- Mi mujer debe honrarme, tratarme con respeto y acostarse conmigo cuando lo deseo. Por algo soy su marido.
- Mi niño o niña debe honrarme, tratarme con respeto y darme un beso o un abrazo cuando me place. Por algo soy su padre / madre.

- Es mejor no escuchar las opiniones de las mujeres. Todas son unas locas histéricas que no saben lo que quieren. Ya sabes, la donna è mobile qual piuma al vento; muta d'accento e di pensiero...
- Es mejor no escuchar las opiniones de los y las adolescentes. No son más que una cuadrilla de rebeldes que solo buscan darte la razón o llevarte la contraria cuando les interesa. Ya sabes, son como una bestia indomable...

- ¿Qué hay de malo en que los varones decidan si las mujeres deben ir tapadas / semidesnudas / con tacones / con aros en el cuello / con los pies vendados...?
- ¿Qué hay de malo en que los padres y las madres decidan si sus hijos o hijas deben llevar pendientes / no llevar tatuajes / cortarse el pelo / dejarse el pelo largo...?

- Es un horror proporcionar una educación sexual a una mujer. Es mejor que no sepan cosas sobre sexo para evitar futuros problemas.
- Es un horror proporcionar una educación sexual a los niños, las niñas y los y las adolescentes. Es mejor que no sepan cosas sobre sexo para evitar futuros problemas.

- Los varones deben tener derecho a decidir todo sobre la vida de sus mujeres.
- Los padres y las madres deben tener derecho a decidir todo sobre la vida de sus hijos e hijas.

- Esa mujer se merece haber sido violada. ¿No te parece indecente que llevase puesta tan poca ropa?
- Ese chico o esa chica merece que la policía le haya dado una paliza. ¿No te parece indecente que llevase esa chupa de cuero tan macarra?

- Cuento lo que mi mujer me hace en la cama a quien me da la gana y porque me da la gana.
- Cuento cómo come, cómo caga, cómo mea... mi hijo o hija a quien me da la gana y porque me da la gana.

- Si no controlase a mi novia, seguro que ya me habría puesto los cuernos.
- Si no controlase a mi hijo/a, seguro que ya habría delinquido.

- Tan solo está con la menstruación. Ya se le pasará la tontería y pensará con la cabeza.
- Tan solo es una etapa. Ya se le pasará la tontería y pensará como una persona adulta.

- ¿Para cuándo vas a tener un hijo o una hija?
- ¿Cuándo piensas sentar la cabeza?

- ¿Cómo voy a ascenderla? Es una mujer. Imagina que mañana se queda en periodo de gestación y...
- ¿Cómo voy a ascenderle? Es joven; no tiene experiencia. Imagina que mañana...

- Los hombres, por ser hombres, valen más que las mujeres para puestos importantes. Así pues, elegiría antes a un varón que a una mujer para este puesto.
- La gente adulta, por ser adulta, vale más que la gente joven para puestos importantes. Así pues, elegiría a un adulto o una adulta que a una persona joven para este puesto.

- Si hubiese más mujeres con cargos políticos, nuestro país estaría en la ruina.
- Si hubiese más jóvenes con cargos políticos, nuestro país estaría en la ruina.

- Mano dura es lo que necesitan las mujeres.
- Mano dura es lo que necesitan los y las adolescentes.

- ¿Por qué tengo que pasar una pensión a mi ex? ¿Por qué no puedo marcharme y estar tranquilo? Al fin y al cabo, ha dejado de ser mi chacha...
- ¿Por qué tengo que pagar por el hijo o la hija a quien engendré pero no quiero cuidar? ¿Por qué no puedo dejar la criatura con su madre e irme sin más? Al fin y al cabo, eso es asunto de mujeres...

- Las mujeres solo lloran para ablandar a los varones y conseguir sus perversos objetivos. No son más que unas chantajistas.
- Los y las bebés solo lloran para ablandar a sus padres y madres y conseguir sus perversos objetivos. No son más que chantajistas.

- Mujer, me has calentado y ahora debes terminar lo que has empezado. Si realmente no quieres tener sexo con penetración y hasta el final, entonces otro día es mejor que no vayas provocando.
- Criatura, has pedido una caja de galletas y ahora debes terminar de comértelas todas. Si realmente no querías comerte todo el envase, entonces otro día es mejor que no pidas nada de comer.

En mi opinión, con estos ejemplos queda mostrada la similitud existente entre el machismo y el adultismo; cómo ambos problemas proceden del sistema patriarcal que anula el sentimiento y la razón de quienes no son varones adultos; cómo tanto las mujeres como la gente no adulta han sufrido a lo largo de la historia un tipo de opresión que no difiere en lo más mínimo.

Ahora ya solo queda que se tome conciencia de ello y que tanto el machismo como el adultocentrismo queden totalmente erradicados.

lunes, 11 de noviembre de 2013

La igualdad de oportunidades en educación no existe.

La creencia de que actualmente vivimos en un mundo libre e igualitario, es, en mi opinión, peor que la propia esclavitud explícita y la desigualdad. Al menos, en una sociedad en la cual la gente sabe que no es libre y que no todo el mundo tiene las mismas oportunidades en la vida, facilita la toma de conciencia en la búsqueda de un cambio a mejor. Sin embargo, allí donde la gente cree que vive en un mundo equitativo y libre, no hay más que una ceguera colectiva que trae como consecuencia la sumisión y la docilidad.

Y esto es algo que ocurre a día de hoy. Hay quienes opinan que vivimos en un mundo en el cual ya todo el mundo es libre y dispone de las mismas oportunidades para vivir dignamente y desarrollarse como persona. Y ésta es  una creencia especialmente arraigada entre la gente con posibilidades económicas. O, al menos, son conscientes de la desigualdad pero sueltan tal discurso a fin de mantener su posición privilegiada. No lo sé.

El caso es que hace un tiempo tuve una conversación sobre política, economía y educación con el novio de una amiga mía que vive por la zona norte de la Comunidad de Madrid y a quien dinero no le falta... y me sorprendió cuando comentó que, según él, hoy por hoy todo el mundo tiene las mismas oportunidades en educación y que quien no aprueba o que quien menos dinero gana a causa de tener una formación menor, tiene la culpa de su desdicha, porque o bien es que no quiere estudiar/trabajar o es que su cerebro no le da para más.

Que, ¿¡qué!? ¿Será posible? ¿Cómo que todo el mundo tiene las mismas oportunidades? ¿En serio piensas que solo porque la educación es pública (en teoría) ya existe igualdad para todo el mundo?

¡Pues no! No la hay. No hay igualdad; ni en educación, ni en ningún ámbito. Y, por lo tanto, tampoco hay libertad, ya que, como expliqué en una entrada de mi otro blog, no puede haber igualdad sin libertad ni libertad sin igualdad.

¿No me crees? ¿Necesitas que te lo muestre? Vamos allá, pues:

Caso 1:

Ana es una chica inteligente y estudiosa. Asiste a la Facultad de Medicina y está en su tercer curso. Le encanta leer y aprender. Ir a clase no le parece en absoluto aburrido. Siempre está atenta. Todos los días hace los ejercicios y se esfuerza. Estudia día a día. Pero tiene un problema: dentro de dos días tiene los exámenes finales de cuatro asignaturas parciales que le faltan del curso (las demás las  ha aprobado todas a lo largo del año) y ayer su padre y su madre fallecieron en un accidente de coche. Todo se desmorona para ella. Se siente sola y deprimida; no tiene ganas de estudiar ni de presentarse a los exámenes. Es más: el shock la lleva a olvidarse de que tiene exámenes. Solo puede pensar en la tragedia, en velar a su familia y no puede dejar de llorar. Además tiene una hermana pequeña a la que va a tener que cuidar de ahora en adelante.

Con esta situación, Ana no se presenta a los exámenes, suspende las cuatro asignaturas, se queda sin poder acceder a una beca el año que viene y entre que la matrícula será más cara el año que viene por haberlas suspendido, entre que ya no van a entrar en casa los ingresos de su madre y su padre, entre que la situación está muy mal para encontrar un trabajo digno, entre que el Plan Bolonia que han instaurado ahora en España no permite trabajar y estudiar al mismo tiempo, y entre que tiene que cuidar de su hermana pequeña, se ve obligada a dejar sus estudios.

Caso 2:

Marcos es un chico trabajador. Cursa 4º de la Educación Secundaria Obligatoria en un Instituto próximo a su casa. Sueña con ir a la Universidad y estudiar Pedagogía. Su padre y su madre sabe que se esfuerza mucho y que lo mejor sería permitirle que estudie un Bachillerato para que luego pueda entrar en la Facultad de Educación - Formación del profesorado. Pero están hasta el cuello. Él trabaja para una compañía que vende pisos y cobra a comisión, sin tener un sueldo muy elevado. Ella trabaja como limpiadora en un gimnasio y su sueldo es de 600 € mensuales. Y Marcos lo sabe. Sabe que su familia gana poco dinero, que casi no dan becas, que le cuesta mucho la asignatura de inglés y su familia no puede permitirse pagarle una academia de apoyo, y que aunque pueda llegar a la Universidad y entrar con una beca, todos los días será un agobio para él estudiar porque al mínimo problema podría perderla y poner a su familia en un aprieto.

Así pues, con la mala situación que hay en su hogar, finaliza la Secundaria con una buena nota media, pero, en lugar de matricularse en el Bachillerato para luego continuar sus estudios en la Universidad, se decanta por una Formación Profesional de Grado Medio. 

No le hace mucha ilusión, pero no está el horno para bollos.

Caso 3:

Andrés estudia un Bachillerato de Ciencias de la Naturaleza y de la Salud. El chico es inteligente y estudioso, y su familia tiene dinero más que suficiente como para pagarle un o una docente particular de apoyo en caso de tener dificultades con alguna asignatura. Pero su familia le maltrata, no le apoyan para estudiar y le dicen que no sirve ni para prostituto. Todos los días vive un infierno en su casa. Le controlan, le insultan y le golpean. Y es que él quiere estudiar Filología Hispánica, pero su padre y su madre le han dicho que eso es una payasada y que si quiere seguir con sus estudios, tendrá que matricularse en Ingeniería Civil, como su padre y su abuelo hicieron. De no tomar esa decisión, se puede ir a la calle con "los perroflautas".

No sabe ni cómo ha conseguido llegar a entrar en el Bachillerato en esa situación. Pero tarde o temprano se hunde. Solo por lograr estudiar algo, entra en la carrera a la que su familia le ha presionado para que se matricule. Pero no le gusta y las matemáticas son un horror. Suspende. Se mete en las drogas y un día se va de casa y se mete a trabajar en lo primero que pilla, en malas condiciones y con un sueldo bajísimo.

Caso 4:

Amaia es una chica a la que no le gusta estudiar mucho, que cursa 2º de la ESO y que vive con una familia humilde, pero que poco a poco va tirando hacia adelante y aprobando. Quiere estudiar Formación Profesional de Grado Superior en Educación Infantil. Pero tiene un problema: una enfermedad genética que apareció en su infancia la ha llevado a tener que apoyarse de vez en cuando en muletas para caminar y la orientadora (psicopedagoga) del Instituto le ha dicho que se olvide de querer estudiar eso, porque por su condición no va a poder desempeñar la profesión correctamente. Entonces Amaia se desmotiva. La Educación Infantil es lo único que le agrada y no sabe qué hacer. Pos si fuese poco, a los seis meses su padre muere de cáncer y un año después su madre fallece por otra enfermedad. Vive con una hermana mayor que tiene su mismo problema pero mucho más desarrollado, con un tío ya anciano que solo cobra una pensión y con un hermano mayor que ya se había casado y tenido una hija, por lo que su sueldo, junto al de su pareja, no da para mantener a tantas personas. Así pues, entre la desmotivación y la situación económica familiar, Amaia abandona el Instituto y acaba sin sacar el Graduado Escolar.


Todos estos casos están basados en situaciones reales que conozco, y son muchos más los casos de desgracias que puedo contar.

Hay quienes a pesar de los problemas llega a sacar una carrera; no lo dudo. De hecho conozco a gente que a pesar de sus problemas, está en la Facultad o ya ha finalizado sus estudios universitarios. Pero estos casos disponen de apoyo familiar, de dinero o de ayuda por parte de otras personas, e igualmente no son legión. No podemos, porque haya triunfado una persona, olvidar a las otras miles que se quedan atrás a raíz de su posición desfavorecida.

No podemos olvidar que hay:

- Quienes sufren desgracias en el camino, como la muerte de algún familiar cercano, y pierden una beca.

- Quienes no tienen recursos ni para pagar una academia de apoyo.

- Quienes padecen malos tratos.

- Quienes no reciben incentivos para estudiar por parte de su familia (por ejemplo, que en lugar de apoyo y ánimo, se topa con un padre y/o una madre que le pone cara de asco por haber elegido estudiar).

- Quienes sufren un accidente.

- Quienes se topan con una enfermedad que les aparta durante un tiempo de las clases y les mantiene en un hospital.

- Quienes se sienten mal por elegir estudiar, al ver que está poniendo a su familia en una situación económica más apretada por decantarse por esa opción, cuando bien podría estar trabajando y contribuyendo a pagar los gastos.

- Etc.

No, no se puede hablar de igualdad de oportunidades. No se puede decir que solo porque la Educación sea pública todo el mundo puede llegar al mismo sitio. No se puede afirmar esto sabiendo la cantidad de gente que es pobre o se encuentra con desgracias en su camino; y mucho menos sabiendo que en el sistema capitalista que vivimos, para que una persona gane, otra tiene que perder y ser pisoteada.

Pero esto es algo que gente como aquel chico con el que hablé jamás comprenderá. Al fin y al cabo es un pijo-progre, como yo le llamo, que se queja del sistema mientras lo fomenta y perpetúa, mientras dice que algo de capitalismo sí que es bueno que haya y mientras acude a las manifestaciones con un móvil de última generación. tras haber asistido a una discoteca en la que una botella de agua cuesta 70 €.

Al fin y al cabo, para los pijos y las pijas, la búsqueda de la igualdad y la libertad no es más que un juego.

Está claro que hoy día no hay igualdad ni libertad. Y tengo claro que en lugar de tantas becas y de tanta caridad, debería haber una sociedad más comunista, en la que la gente se apoye mutuamente, en la que exista la equidad social y en la que todo trabajo tenga el mismo valor.

Pero bueno, en parte comprendo a quienes dicen que quien no tiene es porque no quiere o no puede: al fin y al cabo la mayoría de la gente rica se pasa la vida en academias porque su inteligencia no les da para más y además estudia en centros privados que aceptan sobornos de papá y mamá en caso de que la criatura suspenda.

Vamos, que como dice el refrán: se cree el ladrón que todos son de su misma condición.

martes, 5 de noviembre de 2013

Mito masculinista 2: Las mujeres ni proveen, ni trabajan para los varones.

Es bastante típico, al adentrarse en conversaciones entre masculinistas por la red, leer cosas como que las mujeres son todas unas brujas que se han dedicado históricamente a aprovecharse de los pobrecitos varones, quedándose en casa sin hacer nada, mientras que ellos morían trabajando fuera del hogar y sintiendo presión por tener que ejercer el papel de estúpidos proveedores que malgastan su tiempo trabajando para ellas.

Las creencias que tratan de transmitir con esto son básicamente tres: 

1-   Que las mujeres nunca han sido ni son proveedoras.

2-  Que las mujeres nunca han trabajado para sus compañeros del sexo masculino.

3-  Que no podemos hablar de un patriarcado en tanto que ellos han sido todos, ¡todos!, unos santurrones engañados para pasarse la vida manteniendo a las mujeres, las cuales son todas, ¡todas!, malas malísimas y unas aprovechadas.

Y esto lo hacen con dos intenciones:

1- Tratar de transmitir la idea de que ellos son los oprimidos por tener la posibilidad de asegurarse un sustento propio (atención, defensores y defensoras de los animales: ¡no os equivoquéis, que las leonas encarceladas y oprimidas en los zoológicos y los circos son mucho más libres que las que se encuentran en la sabana porque no corren el riesgo de cansarse tras la gacela!).

2- Fomentar que todas las mujeres son unas perversas que nunca han hecho ningún esfuerzo por los hombres, quienes sí lo han dado todo por ellas. Es decir: pretenden darle la vuelta a la tortilla que el feminismo ha creado, argumentando que los varones han sido igual o incluso más oprimidos que las mujeres.

La verdad, entiendo que hayan arraigado este mito en su movimiento, en tanto que el masculinismo ha surgido a raíz del feminismo, y hay muchas y muchos feministas que transmiten este mismo mito de la mujer como no-proveedora, al mostrar cómo a través de una educación sexista se ha fomentado la división de roles, aunque con la ventaja de que ni ponen a las mujeres como brujas, ni argumentan que el trabajo doméstico no es un trabajo.

Sin embargo, tengamos las cosas claras:

1- Históricamente ha habido mujeres proveedoras.

2- Las mujeres sí han trabajado para los varones.

3- Muchos varones no han sido proveedores porque hayan sido unos santos preocupados por las mujeres, sino por propio orgullo y para dar a conocer un cierto estatus social.

Vayamos por partes.

A lo largo de la historia, ha habido más gente pobre que gente rica; y lo que es indudable es que una familia formada por un varón y una mujer de baja clase social no puede permitirse, ni en sus sueños, la división varón proveedor – mujer no proveedora. En una familia en la que el varón tiene un trabajo que no da para llegar a fin de mes, o que por lo menos requiere el aporte de toda la familia para que ésta no quede estancada, colocar a la mujer en el exclusivo papel de ama de casa es un suicidio.

Por este motivo, a pesar del sexismo transmitido generación tras generación, siempre ha habido campesinas, nodrizas, hilanderas, taberneras, trabajadoras de fábrica, tahoneras, parteras, mujeres soldado, institutrices, mineras, celestinas, alfareras… que ejercían el rol de co-proveedoras (denomino como co-proveedora a aquella gente que provee en cooperación con una o más personas, y no por sí sola). Y en ocasiones, incluso, se procuraban el sustento sin colaborar con un esposo, trabajando como prostitutas, sacerdotisas o amas de llave, entre otras profesiones.


Mujeres trabajando en una fábrica británica de obuses durante la I Guerra Mundial


La nodriza, de Mattia Preti (1630-1699)
"La nodriza", de Mattia Preti


"Las espigadoras", de Jean-François Millet
"Las hilanderas", de Velázquez

Por lo tanto, no puede afirmarse que no haya habido mujeres proveedoras.

De hecho, aunque la Iglesia Católica, a través de la Biblia, transmitió que las mujeres debían dedicarse al hogar y al servicio del marido, al mismo tiempo hablaba de su trabajo como proveedora y productora para la sociedad, en el Poema acróstico de la mujer perfecta:

"Una mujer perfecta, ¿quién la encontrará?
Vale mucho más que las perlas.

Confía en ella el corazón de su marido, 

y no cesa de tener ganancia.

Ella le procura el bien, y no el mal, 

todos los días de su vida.

Busca lana y lino,
y trabaja con su mano ágil.

Es como una nave mercante,
que de lejano trae sus víveres.

Se levanta cuando todavía es de noche,
y distribuye la comida a su casa,
y las tareas a sus siervas.

Desea un campo y lo compra,
con el fruto de sus manos planta una viña.

Ciñe sus lomos de fortaleza,
y emplea la fuerza de sus brazos.

Constata que su industria prospera,
su lámpara no se apaga por la noche.

Echa mano a la rueca,
y sus dedos giran el huso.

Tiende su brazo al desgraciado,
y alarga la mano al indigente.

No teme la nieve para su casa,
porque toda su familia lleva doble vestido.

Ella se hace cobertores,
lino fino y púrpura la visten.

En las puertas de la ciudad, su marido es estimado,
cuando se sienta con los ancianos del país.

Teje telas de lino y las vende,
y procura cinturones a los mercaderes.

Se reviste de fortaleza y de gracia,
y mira gozosa el porvenir.

Abre su boca con sabiduría,
y en su lengua hay una doctrina de bondad.

Vigila la marcha de su casa,
y no come el pan de la ociosidad.

Sus hijos se levantan, para proclamarla bienaventurada,
su marido, para hacer su elogio:

"Muchas hijas se han mostrado virtuosas,
pero tú superas a todas".

Engañosa es la gracia, vana la belleza,
la mujer que teme a Yavé, ésa debe ser alabada.

Dadle del fruto de sus manos,
y que, en las puertas de la ciudad, 

sus obras proclamen su alabanza".
(Proverbios 31, 10-31).

Una cosa es lo que se transmite socialmente y otra cosa bien distinta es lo que la situación socio-económica y/o familiar permite. Tal y como podemos observar en la película francesa Un feliz acontecimiento, la cual está basada en un hecho real, por mucho que una mujer haya sido educada en una familia feminista que fomenta el estudio, si mañana tiene un hijo o una hija con un marido que pasa olímpicamente de colaborar con los asuntos domésticos y de crianza, difícilmente podrá cursar un doctorado al mismo tiempo que cuida de la criatura. Y si no se dispone de tiempo suficiente como para ver la película, o si se prefiere, recomiendo esta entrada de Mamisepa, en la cual explica por qué muchas mujeres acaban en el hogar, tras haber estudiado en la Universidad o tras haber empezado a labrarse una vida profesional, y por qué triunfan los machistas, más allá de la razón masculinista de que todas quieren aprovecharse de los hombres.

Y si a esto le añadimos que a veces, según el interés del Estado, se ha fomentado más el trabajo doméstico para las mujeres y en otras ocasiones se las ha mandado a trabajar, como durante la II Guerra Mundial, llegar a pensar cosas equivocadas es fácil. Y no solo lo han hecho mediante campañas publicitarias, también a la fuerza: por ejemplo, en países asiáticos como Japón, las hubo que fueron obligadas a ejercer la prostitución para los soldados.



Campaña estadounidense para fomentar el trabajo femenino durante la II Guerra Mundial


Lo que ocurre, claro está, es que lo masculino ha sido y es la vara que mide todas las cosas. Son los varones quienes siempre han decidido qué era o no era un trabajo; qué era o no era importante; y eso ha llevado a que todo cuanto una mujer hiciese, no tuviese valor alguno. De ahí que ni se visibiliza el trabajo extra-doméstico que las mujeres han realizado a lo largo de la historia, ni se reconocen las aportaciones que múltiples mujeres han proporcionado a los varones (como reconocimiento social, al traer hijos e hijas hasta su propia muerte; o la posibilidad de pasar a la historia, como Cristobal Colón), ni se valoran las labores del hogar (lo que somete a las mujeres a una doble jornada), de tal modo que los cuidados, la limpieza, la organización de la economía doméstica, etc, se tomen, no como un auténtico trabajo que contribuye a facilitar la vida (laboral) a los varones, sino como un deber insignificante para cualquier machista y una tomadura de pelo para los masculinistas, que no son otra cosa más que neo-machistas.

De este modo, observamos que las mujeres sí han trabajado para los hombres.

En cuanto al tercer punto, el de que muchos varones no han sido proveedores porque hayan sido unos santos preocupados por las mujeres, sino por propio orgullo y para dar a conocer un cierto estatus social, un claro ejemplo está en cómo muchas veces se ha prohibido trabajar a las mujeres, ya no simplemente por ley o norma social, sino que también por orden directa de los maridos.

Por ejemplo, la espectacular Hipatia de Alejandría tuvo que abstenerse de mantener matrimonio porque de hacerlo tendría que haber abandonado su puesto de docente y directora de la Biblioteca de Alejandría, para mantenerse al cuidado y las órdenes de su esposo. Y en España, durante el franquismo, para que una mujer pudiese trabajar, requería la firma y aceptación del marido… ¡y muchos se oponían a dejar a sus esposas trabajar porque entonces quedarían como unos calzonazos! Es decir, el que ellos trabajasen mientras ellas se quedaban en el hogar, en contadas ocasiones no dependía de ellas, "que eran unas brujas perversas que querían aprovecharse de los pobres estúpidos varones que tan amablemente accedían a mantenerlas". ¡No! En ocasiones eran ellos quienes se negaban a que ellas pudiesen emprender para tenerlas atadas y bien atadas, y mantener su ego en la cima. O lo que es lo mismo: no era proteger a una dama lo que buscaban, porque de haberlo pretendido habrían accedido al deseo de las mujeres. Lo que querían era tener reconocimiento social, prestigio y orgullo; es decir: en realidad muchos proveían, en los casos en los que sí se ha producido una división de roles, tan solo para sí mismos.

Y esto es algo que puede divisarse fácilmente, sobre todo, entre los mismísimos masculinistas. No son pocos los que, tras el divorcio, comunican abiertamente que ellas, tan brujas y pícaras como son, les han robado lo que les pertenecía (¿no se supone que estaban formando una pareja, que hacían un equipo y que todo era de todo era de él y de ella porque cada cual tenía sus quehaceres?, ¿será que muchos masculinistas no son más que resabiados que tan solo querían una chacha estúpida y gratuita que se abriese de piernas cuando ellos quisiesen, pero que se han dado un golpe en las narices al descubrir que las muy maléficas mujeres algún día pueden dejar de amarles y, por tanto, de servirles?); o que llegan a argumentar, ¡sorprendentemente!, que pobrecitos ellos porque tienen que matarse a trabajar para alimentar a los hijos y las hijas… ¡de ellas! Sí, sí, así lo dicen: los hijos y las hijas de sus mujeres. Porque para muchos de ellos, las criaturas no se tienen entre dos. No, ¡qué va! Se han tragado el cuento de muchas de las actuales feministas de las diferencia (o neo-feministas), y se han pensado que los y las bebés nacen por una generación espontánea surgida en el vientre materno… y ellas son tan brujas, tan malas, tan satánicas, que tienen la inteligente y perversa idea de seducirles y engañarles para que gasten parte de sus recursos económicos en alimentar a unas criaturas de cuyo nacimiento, para opinión de muchos de ellos, no tienen ninguna culpa ni responsabilidad.

Vamos, que además de misóginos, son misándricos que nos dejan a los varones como idiotas de una única neurona hallada en el pene.


En fin, queda mostrado que las mujeres han trabajado y trabajan para los hombres, además de que en contadas ocasiones han ejercido y ejercen el papel de proveedoras o co-proveedoras. Otra cosa es que el papel de las amas de casa, las prostitutas y las que se ven obligadas a trabajar en negro o con un contrato de media jornada a pesar de trabajar la jornada laboral completa, queden estigmatizadas o invisibilizadas.


No en vano existe un dicho popular que reza que detrás de todo gran hombre hay una gran mujer. Como por ejemplo esos casos de laboriosas mujeres que no han sido ni registradas ni contabilizadas como trabajadoras porque legalmente solo ellos son tenidos en cuenta en el sector agrícola o como los dueños de la tierra, como ocurre en América Latina y como acontecía hasta hace poco en España.

Desde luego, así, no me extraña que les salgan las cuentas a los masculinistas. Si no se contabilizan las tareas del hogar, la gestación, el parto, dar el pecho, la crianza, la economía sumergida, la prostitución, la producción de óvulos cuales cobayas de laboratorio para empresas de fertilización, el trabajo en el campo… y otras tantas tareas, no es de extrañar que en las estadísticas se vean mermados los porcentajes de mujeres proveedoras, explotadas y fallecidas a lo largo de la historia por cuestiones de trabajo.

Y por favor, no me vengáis con que estas cosas que he nombrado no son un trabajo, que el problema estriba en que se ha considerado como no-trabajo todo aquello que una mujer hace para su pareja y sus hijos e hijas; pero en el momento en el que esas mismas labores han sido tomadas por varones y/o llevadas a a cabo fuera del hogar, como el magisterio impartido por docentes, la puericultura llevada a cabo por preceptores o el amamantamiento realizado por nodrizas, bien que se han remunerado, entendiéndose, de paso, que esas labores "de mujeres e insignificantes", contribuían al beneficio y bienestar social.

Entonces, como conclusión, a ver si conseguimos aparcar ese dicho popular y logramos comenzar a visibilizar a las grandes mujeres, sin eclipsarlas al colocarlas detrás de ellos.



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